Vuela Palabra

Juan Guillermo Soto

Sobre el trance en el acto creativo: Juan Guillermo Soto

Recientemente, el escritor y músico colombiano Juan Guillermo Soto ha lanzado su primer libro El ensayo es el concierto (Editorial Domingo Atrasado, 2023). Como se puede deducir del título, esta obra consiste en una colección de ensayos, y hoy tengo el placer de presentar uno de ellos, denominado «Sobre el trance en el acto creativo». En este texto, el autor realiza un análisis profundo y reflexivo acerca de la naturaleza intrínseca del proceso creativo en diversas manifestaciones artísticas. Soto inicia su disertación sugiriendo la presencia de la poesía en diferentes medios, incluyendo el cine, la música instrumental, la pintura y la gastronomía. A lo largo de su exposición, el autor destaca cómo la poesía puede emerger de maneras inesperadas y reveladoras en la vida cotidiana, subrayando la complejidad inherente a su definición.

…..La segunda parte del ensayo es particularmente cautivadora, ya que Soto explora en profundidad el concepto del trance como un estado de conciencia alterada fundamental en el proceso creativo. Examina varias modalidades en las que el trance ha sido empleado a lo largo de la historia, desde los oráculos de la antigua Grecia hasta los chamanes indígenas de Latinoamérica. Además, el autor analiza cómo el trance puede manifestarse en la música, a través de momentos de profunda conexión con la creatividad. En este contexto, resuena en mi mente la cita de Stanley Krippner en su artículo «The Hypnotic Trance, The Psychedelic Experience, and the Creative Act»:

……………The history of creative effort is filled with beyond the mere recombination of similar examples
………………demonstrating the value of altered consciousness. Rachmaninoff wrote his most celebrated piano 
………………
concerto while under hypnotic treatment. (p.141)

…..Soto plantea la idea de que el trance juega un papel fundamental en el proceso creativo, permitiendo que el intelecto, la intuición, la memoria y el cuerpo trabajen en armonía para alcanzar una revelación o verdad. Estas nociones, una vez más, están en sintonía con la afirmación de Krippner, quien sostiene que los “Altered states of consciousness have proved to be effective in fostering creativity because the creative act is basically pre-verbal and unconscious in origin” (p. 141)


REFERENCIAS

Krippner, S. (1964). The Hypnotic Trance, The Psychedelic Experience, and the Creative Act. The American Journal of Clinical Hypnosis, 7(2), [p. 141].


Marisol Bohórquez Godoy



 


Sobre el trance en el acto creativo


Ya en algunas oportunidades: recitales, conversaciones, ensayos (que a su vez son recitales y conversaciones –los ensayos–) me he inclinado hacia la idea de que la poesía no tiene como templo exclusivo la palabra. Cuando cierta persona me presentó el cine de Tarkovsky me dijo: mira… Nostalgia, la película, es…, es pura poesía; cuando escuché por primera vez Pavana para una infanta difunta, de Maurice Ravel, obra que también se me presentó como poesía y la cual, al escucharla, sentí como si me sumergiera en un colorido lago de líquido amniótico en cuyo interior nadé hasta que la última nota me expulsó a la superficie de la vigilia; cuando María Ildevarie, en la novela El túnel, entró a la galería de arte y vio la ventanita en el cuadro de aquel pintor, Juan Pablo Castel, y aquello que vio no era solo una ventana sino algo más… algo más… ¡y Juan Pablo vio que ella vio aquello!, ¿qué?, un algo indescriptible para Castel pero que finalmente pudo traducir en imagen, la cual fue advertida al menos por una persona, por ella, (…); cuando un día, lejos, lejos de casa “no tengo nadie que me acompañe a ver la mañana”, la primera cucharada del sancocho de pescado de doña Marina entró en mi boca, y entonces vi lo que vi: no la cocina de mi casa, ni la olla gigante en el fogón, ni mi abuela terminando de servir, ni mis primos, tíos, hermanos en la mesa, los limones tajados, como lunas o medias lunas orbitando los platos, y luego las cáscaras de estos en el lavamanos, sino la indescriptible sensación de ausencia, y al tiempo de reencuentro, de todo ello: mi familia, la comida cual experiencia gastronómica, pero también estética, emocional, vital (…)


…..Cuando todo esto tuvo lugar, le dije a quienes me presentaron algunas de las obras mencionadas, pero sobre todo a mí mismo: sí, vaya vaya, poesía poesía, por aquí y por allá poesía, entiendo. Pero en verdad, no entendí nada. Vi, pero no supe que vi; es decir: ¿cómo puede haber poesía en una película, en una música (instrumental, sin más letra que el título), en un cuadro, y en un plato de comida? Intuía, reconozco. Intuía…, pero…  

…..La poesía es una revelación. Una verdad. Y puede asumir cualquiera de las formas anteriormente citadas. Ahora lo sé, pero incluso esta certeza sigue siendo una intuición. Y lo es porque la poesía es esquiva a todo lenguaje. Solo podemos intuir que hay algo, un algo innominado que hace parte de nuestro mundo interior (nuestro adentro exterior y nuestro afuera interior), y que a veces se nos revela con tanto vigor que cuando le prestamos atención, y queremos palpar una versión de su rostro, ante la dificultad de ello no nos queda de otra: volver en sí y dejarlo ir, o, armarnos de valor y de lenguaje para traducirlo. El poeta es aquel que logra dar todo de sí: pincel, guitarra, lápiz, cuchillo en mano; palabra en boca, zapatilla en lo alto, o cualquier herramienta que tenga a su disposición, para derramar su limitado ver en un lenguaje, y, de esta manera, convertirlo o traducirlo en forma. Por ello, poeta puede ser cualquiera, no solo quien escribe poemas. Ahora bien, aquello de “poeta” no deja de ser otra de las tantas etiquetas que le cuelgan a los creadores; otra cosa es que estos logren algo de poesía en su obra.

…..Dicho proceso de convertir su revelación en forma, aquella traducción ya mencionada, tiene lugar en una especie de no lugar, o en un estado de alteración de consciencia en el cual el yo, habitualmente parado frente a un espejo, o inmerso en un monólogo interior, al fin atraviesa su propia imagen para lograr ver lo que hay detrás. Debe haber algún tipo de resplandor al otro lado, así sea muy incipiente, haciéndonos guiños, dándonos la fuerza y el impulso necesario para poder romper el espejo del yo y luego trabajar arduamente en la transformación de aquella verdad en forma. ¿Es esta un concepto?, ¿una emoción?, ¿una pregunta?, ¿una respuesta?, ¿una historia?, ¿melodía?, ¿imagen? Es ninguna de las anteriores y, al tiempo, puede ser cualquiera. Lo que sí deseo afirmar con mayor certeza, al menos hasta donde el lenguaje me la permite, es que ese estado en el que tiene lugar el acto creativo, y del cual puede resultar alguna revelación, es decir, poesía, es sin lugar a dudas un estado de trance.

…..La palabra trance proviene del latín transīre, que significa transitar, transportarse, cruzar, pasar por encima. Así que no estamos muy lejos con aquello de transitar al otro lado del espejo, o a ese no lugar interior en el que palpita la almendra de una verdad.

…..La forma de entender dicho trance puede tener características particulares dependiendo del contexto en el que se refiera a ella. En la antigua Grecia, el Santuario de Delfos, llamado así en honor al dios Apolo (Dios de la música), era el corazón de la Grecia clásica; allí, reyes, políticos y personas de todo el mundo acudían al santuario a consultar el oráculo. Aquella visita tenía la siguiente metodología: primero, el peregrino debía purificarse, pagar una tarifa y ofrecer un sacrificio a Apolo. Un sacerdote le citaba y tomaba nota de su pregunta; días después, la persona tenía un encuentro con la pitia, una especie de sacerdotisa, quien bebía de las aguas de la fuente Castalia, quemaba hojas de laurel (el árbol sagrado de Apolo) y entraba en trance. Se dice que la mujer murmuraba una serie de incoherencias y eran los sacerdotes barones quienes las interpretaban; es decir, quienes le daban respuesta a la pregunta del peregrino. Entonces, el trance era una especie de camino por el que el mensajero, en este caso los sacerdotes a través de las sacerdotisas, accedían al conocimiento de los dioses para luego compartirlo con los hombres. Actualmente los brujos y chamanes de distintas culturas indígenas de Latinoamérica, a través de la ingesta de plantas sagradas, también logran estados de trance controlado como forma de acceder al conocimiento (lo que aquí hemos llamado también revelación o verdad) para luego guiar a sus hermanos menores (despistados turistas de ciudad) en el encuentro consigo mismos.

…..La ciencia también se ha interesado por el trance como proceso psicológico. Incluso la psiquiatría, ya no a través de la ingesta de plantas sagradas sino por medio de diversas técnicas terapéuticas, algunas hipnóticas, logran que el individuo alcance un estado de conciencia alterado que les permite una conexión más cercana, y focalizada, con su inconsciente.

…..En Viaje a Ixtlán, segundo libro de Carlos Castaneda (2001), el brujo Don Juan Matus insta a su discípulo a que encuentre su “lugar de poder”. ¿Cómo? No a través de ninguna planta de poder ni de ninguna ceremonia o ritual en particular. De hecho, el brujo no le dice cómo hacerlo. El discípulo pasa toda la noche en la choza de su benefactor, en un estado de profunda contemplación, observando el espacio que habitaba y tratando de encontrar su “lugar de poder”. Al día siguiente, el brujo despertó a su aprendiz del lugar de la sala en el que se había tumbado a dormir, y le dijo que había resuelto la prueba con éxito. “¡Pero no sé lo que hice, Don Juan!, ¡no sé cómo lo hice!”, le dijo el aprendiz. “Pero lo hiciste”, le respondió su maestro.

…..En una entrevista hecha por Ben Sidran (2020, enero 24) a Miles Davis, genio del jazz, manifestó que cuando tenía quince años tocaba en el Castle Ballroom, en St. Louis, con el grupo de un baterista. Un día, otro de los músicos, más veterano, le preguntó: “Davis, ¿por qué no tocas lo mismo que tocaste anoche?”. Él le dijo: “Qué, ¿a qué te refieres?”. El músico le inquirió: “¿No sabes de qué hablo?”. Davis le respondió: “No, ¿qué?”, a lo que el músico sentencia: “Tocaste algo que brotaba desde la esencia misma del tema. Tócalo de nuevo”. Y Davis agregó: “No sé qué toqué”. El hombre le respondió: “Si no sabes lo que estás tocando, entonces no estás tocando nada” (…). “Hoy en día sé a qué se refería. Sé de qué me hablaba y cómo llegar allá”, concluyó Miles Davis.

…..En las artes, como en cualquier otro escenario de la vida, darse cuenta de lo que se está tocando, darse cuenta de su “lugar de poder”, darse cuenta o acercarse a la pregunta o respuesta reveladora, sobre todo del camino hacia ella, suele ser producto de un estado de trance en el que tiene lugar el acto creativo. Y es en efecto un trance porque de alguna manera se logra cierto estado de consciencia alterada: en ese periodo, pueden ser segundos, minutos, horas, el rutinario diálogo interior que todos los seres humanos tenemos con nosotros mismos, se detiene; llega un momento de parcial silencio (incluso estando rodeado por todo tipo de bullicio exterior), un estado de atención supremo, como el de Castaneda en búsqueda de su “lugar de poder”.

…..Hay muchos vehículos para deslizarse en el trance: la sacerdotisa, en la antigua Grecia, quien bebía de las aguas de la fuente Castalia; en la misma dirección nuestros chamanes en Latinoamárica a través de las plantas de poder, los monjes budistas con la meditación, y el resto de mortales con las drogas. Pero también con la droga de la sobriedad, que puede ser a su vez una forma de experimentar la creación desde la ebriedad de diversas emociones.   

…..En cualquier caso, bajo efecto o no de las sustancias referenciadas, es un estado de atención supremo en el que el creador se sostiene en una balanza: a un lado el intelecto y al otro la intuición; la lucha es por su equilibrio. Esta balanza es una especie de vehículo en el que se desplaza el creador (de combustible la memoria, como quien se impulsa desde ella; y hacia adelante la pregunta y, o, anhelo). La pregunta, ubicada más hacia el lado del intelecto, suele ser un punto de partida engañoso, pues su aparente claridad direcciona demasiado su viaje hacia una respuesta prefabricada. Por su parte el anhelo, en su condición de turbina sin timón, también es un arma de doble filo que puede acercar al creador a su inimaginada revelación, o hacerlo perder en el mar de sus posibilidades.

…..Intelecto e intuición, pregunta y anhelo/ sobre memoria e imaginación. He aquí una posible ecuación del trance creativo.
En el trance, el intelecto o raciocinio opera como ordenador. Cuando se crea, hay que tomar decisiones. Colocar y descolocar fichas. En cuanto a la memoria, constituye el total de fichas del universo del creador (aunque como son tantas, muchas no están a su vista; estas, cuando se encuentran, llegarán a ser las fundamentales). Sin embargo, lo curioso es que al introducirnos en el trance creativo, aquel no opera del todo bajo el mando del intelecto, ese que guía nuestros actos durante la vigilia; ni bajo la memoria selectiva, de la cual, rutinariamente, tomamos las fichas que necesitamos para la elaboración, en tiempo real, de nuestro relato de vida. No. Quien toma el mando en el trance es el cuerpo. Es este quien asume el timón del barco y hace uso de toda su tripulación (intelecto, memoria, instinto, imaginación) para emprender su viaje: la obra misma. El mirar de este cuerpo no tiene lugar en los ojos sino en su imaginación (no en vano, cuando estamos creando, la mirada suele estar perdida, en un no lugar); pero su ver, entendiendo este como el acceso mismo al conocimiento anhelado, se da cuando precisamente toda su tripulación logra el equilibrio perfecto en el viaje. Ahora bien, aquel conocimiento o revelación no es un fin sino solo una excusa para realizar el viaje; es una meta a la que nunca se llega pero, si bien nos va, se puede otear a lo lejos.

…..El intelecto, en manos de este cuerpo, pone su capacidad de razonar no en función de su historia de vida (su universo, su humanidad), sino en la construcción de otro relato, de un nuevo mundo, la obra.

…..La memoria, en manos del cuerpo, con todo su arsenal de vivencias y emociones, no solo toma las fichas que más tiene a su alcance; por el contrario, anda siempre en la búsqueda de esas que no alcanza a ver con claridad pero que las intuye fundamentales; entonces, en este nuevo mundo, dado el caso, esas fichas se pueden inventar y mezclar con las cercanas o “reales”.

…..El cuerpo es el capitán, “oh mi capitán”, del barco. A través de este no se ve la palabra, ni el acorde o melodía, ni la imagen, ni el sabor de la comida: se ve lo que hay detrás. Así pues, la obra que merece el rótulo de poesía: canción, poema, imagen, danza, comida, es la que nos permite un acercamiento, contacto sensorial, con lo que hay detrás de ella misma, aquello indecible que aquí hemos llamado revelación. 

…..El trance en el proceso creativo es lo más parecido que pueda haber a un sueño lúcido. De tal forma que hablar del cuerpo como capitán del viaje, es a su vez reconocer su cercanía con el inconsciente; por ello, en el trance creativo el cuerpo ya no navega desde el mandato del intelecto; por el contrario, este capitán, el barco mismo (barco pirata) le quita el liderato al intelecto y asume el control de la nave con tripulación incluida (memoria, intelecto, imaginación).

…..La nave es el cuerpo humano en su viaje creativo pero el avatar de dicho viaje es la obra. La obra es un análogo del viaje del creador, su nueva forma casi humana: su universo paralelo. Solo en el estado de trance es posible esta transmutación.

…..La obra de arte, entonces, termina siendo no tanto la representación de la anhelada revelación o verdad sino la forma del viaje hacia dicha verdad, la obra misma, como sugiere Blanchot (1959), convertida en la inquietante e infinita búsqueda de su fuente.

…..Por fuera de ese trance, al contemplar su obra terminada, el creador puede llegar a sentirse como un lector más. Incluso un extraño. Acaso, un lector que advierte lo leído como algo lejano y al tiempo familiar, como quien recuerda un sueño. “¡Pero no sé lo que hice!”, le inquiere Castaneda a su maestro don Juan, luego de que este le diera la noticia de que había logrado ver y encontrar su lugar de poder; “No sé qué toqué”, afirmó Miles Davis, quien apenas iniciaba su carrera como músico y aún no emprendía el viaje a través del cual cambiaría la historia del jazz por lo menos unas tres veces.

…..Con el tiempo, de tanto viajar, pero sobre todo de hacerlo bajo la batuta del cuerpo, con toda su tripulación en equilibrio, sin duda es posible conocer algunas buenas rutas por los infinitos caminos del trance, en su finito viaje hacia el no lugar de la revelación. Acaso un barco que siempre encuentra la manera de salir de la tormenta.




Juan Guillermo Soto
es músico y escritor. En los últimos seis años ha sido editor del periódico Desde La U. Líder de la agrupación musical Pechan Project; a lo largo de 22 años ha hecho parte de diferentes agrupaciones. Ha participado en proyectos editoriales independientes, como la revista de Cómic Asfalto Trazos Urbanos. En varias ocasiones ha sido merecedor al premio departamental de periodismo Carlos Enrique Salamanca, de igual forma a premios departamentales de literatura en las categorías de ensayo (Jenaro Díaz Jordán), poesía (José Eustasio Rivera) y cuento (Humberto Tafur Charry). Su primer libro de ensayos, El ensayo es el concierto, fue una obra ganadora de la beca “Publicación de obra inédita, Programa Nacional de Estímulos 2023, del Ministerio de Cultura de Colombia”.

Es comunicador social y periodista, magíster en Literatura, y músico (con estudios en la Escuela de la Oreja y en el Conservatorio Departamental de Música y Canto del Huila). Nació en Colombia en 1984.

***Foto del autor a cargo de Sara Espitia

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