Vuela Palabra

Poemas de Camila Charry

Fuego de los días y otros poemas: Camila Charry Noriega

Camila Charry Noriega. Bogotá. Profesional en Estudios literarios y aspirante a maestra en Estética e Historia del arte. Ha publicado los libros Detrás de la bruma; El día de hoy; Otros ojos; El sol y la carne; Arde Babel; este último re-editado en Guatemala y México en el 2018 y 2019 respectivamente, y el libro Materia iluminada, poesía escogida, en edición bilingüe, español-francés en el 2019. Es editora del fanzine La trenza que aborda la poesía y el ensayo escritos por mujeres en Colombia. Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, rumano, polaco, portugués, árabe e italiano. Es profesora de literatura española y latinoamericana y de escritura creativa.

Los poemas que aquí presentamos han sido extraídos de diferentes poemarios.

Actos renovados

Se deshila el pellejo
se arranca y asoma
la carne que deslumbra los ojos.
Se sosiegan los nervios
se los hace cantar como a raíces
de un árbol enterrado en el cuerpo.

Los cuchillos se acomodan boca arriba
sus aristas recuerdan las costillas de un mal amor.
Luego se lame el filo
el pasmo
y sobreviene el crujido de la carne rasgada;
lo crudo que se olvida con la primera mutilación.

A los tenedores hay que agarrarlos por los picos.
Tres dientes
tres astillas afiladas que espantan a la presa
y viven famélicos,
plenos de hambre.

En la penumbra las cucharas eran
peces extraños de cola esbelta;
las vimos otras veces
encima de algún plato,
animales satisfechos en plena digestión.
Entonces era mejor no tocarles la panza de metal
pulida, como una bella retocada.
En su cóncavo estómago podía uno contemplarse:
un ojo alargado,
deformado por el metal que escarba el rostro.

Sencillo despojar del pellejo,
salvar la carne que late a la espera.

A veces había luz
porque el cuchillo cambiaba de lugar
y su destello cortaba la sombra.

No sabíamos mucho sobre objetos de cocina
apenas de las ollas y los platos,
de las tazas
donde el agua es oscura.



Juicio final

……………………………………….Lasciate ogne speranza, voi ch´intrate
………………………………………………………………………………………………………Dante


En una obra de Giotto
el demonio devora a un hombre
mientras expulsa a otro por su cloaca.

El fresco es de una belleza espeluznante.

En él está contenido el mundo y su materia.
No representa Giotto a la bestia sino al hombre
descarnadamente hambriento.

El símbolo es sencillo y no requiere explicación:
lo ingerido se coagula, se hace carne y hueso,
se destituye
se engulle de nuevo
se expulsa
se endurece,
es el hombre separando la luz de la tiniebla,
el sueño del residuo.

El artista, desde la luz y el color,
nos obliga a penetrar
cuaja las sustancias,
asombra las retinas del observador
y le devuelve su reflejo
consumido.

Pero eso es solo lo primero;
la fascinación por los signos
más reales a veces que la misma realidad,
empujan en su trazo hacia la reconsideración:
¿qué divina sustancia
sobrevive a la idea de mundo?

El artista lima, hace que los bordes encajen,
limando extrae de ese ensueño que es el bien
la imagen,
la monstruosidad más verdadera.
El color y la simiente oscuridad sobre la que respira la luz
dictan las formas
y estas son a los ojos el señuelo,
el centro del demonio.

Lo otro,
el destello de maldad frente a algo que se reconoce
profundamente humano
es lo que se desprecia,
hipócrita.

El mundo su idea el verbo
son el intestino de ese demonio
que sonríe.

En el fresco, de apariencia inmóvil,
está contenida la historia de los hombres.



Apariciones

……………………………………Qué mueran los dioses, pero no ese temblor de las hojas donde nacen.
………………………………………………………………………………………………………………………………….Nicolás Gómez Dávila



Como signos los dioses,
su voz sin polvo en las palabras
su voluntad que se vacía y reverbera sobre la vegetación
después de la lluvia;
su ardor en el corazón de mi perro que palpita;
en el reverso de un derrumbe
que quiebra la razón de lo dispuesto a caer.

Están los dioses en las cosas más sencillas.

En la tenacidad del sol
que incendia la tarde y muere trágico
sobre la carne y en los ojos.

En el cuerpo que se hunde entre la hierba
agitada por el viento que ondula;
en esa limpia ceremonia
que es abrirse el pecho y pasar
lenta la lengua
hasta que ese tentáculo prodigioso
de las entrañas descosa la canción.



Revelación

…………………………………….A Juan Guillermo y Camilo


Éramos tres y la calle,
pronunciábamos entre el vino
aquello que nos hace humanos:
el amor, la muerte, el tiempo.

De esquina a esquina
como si ese breve espacio fuera el mundo
y la ebriedad un útero oscuro,
nos mirábamos incrédulos
advirtiendo en el otro
la revelación de esa voluntad voraz,
fortuita
que lo mueve todo.

Se intuye el mundo en lo hondo que se esfuma
desde lo que tiembla vertiginoso en la palabra
lenta e incapaz de acercarse a esa vorágine.

Las calles del ebrio
en perpetua fuga
se caminan hacia el fondo y calladas.

Cuando sobrevienen la vigilia
la resaca, el hartazgo,
probamos otra vez
encajar como una vértebra
en el esqueleto del mundo.



Fuego de los días


…………………………….. De espera en espera consumimos nuestra vida.
……………………………………………………………………………………………………………Epicuro



Por acá todo es casi fuego a diario,
el perro olfatea en la cocina
las cenizas de la luz;
eso es la desaparición
la ausencia de la lengua sobre el pan,
los ojos que desean lo que se hunde
en el misterio del mundo.

Yo no sé si es bueno nombrar,
yo no sé,
pero a veces
cuando amenaza el fuego lo más elemental,
uno se pregunta si de esa manera debe ser todo.

En la cocina
la tetera canta exasperada
y el olor a hierro quemado es el único vestigio
de un agua seca y reseca,
inexistente
entre el fondo negro de la olla.

Otro día es un cigarro que encuentra entre silbidos
el blanco corazón de la colilla que se ahoga,
allí el fuego es pasado,
certeza limpia.

Así también pasa con el cuerpo
y uno sigue preguntándose
qué lo quemará:
una enfermedad en los pulmones,
un carcinoma,
un balazo, una traición.

Quién sabe qué extraño fuego
acabe esta espera.



La belleza

De lo bello nos conmueve
su feroz manera de palpar
la herida que es el hombre.

Esa es la belleza;
a la intemperie aceptar de ojos abiertos
la vastedad de lo que llega.
Voluntad ciega que nos eleva fuera de los signos,
que nos iguala al parto de las cosas
llamadas a durar apenas el instante
en que se duelen, pero cantan.



Meditación

Aquí fumando,
mal hábito deseado,
el letargo es contingencia.
Estirar la mano entre el humo y el cenicero,
amputar la ceniza y de la incisión
extirpar el signo.

Los malos hábitos
se aprenden a escondidas,
mirar bajo el vestido de una monja,
en el vino encontrar la salvación
y ante el gesto generoso de los hombres
confirmar la inexistencia de Dios.

Pertenece al artificio,
a la civilización,
el escándalo.

Por acá, solo el humo que fluye,
la pena del fósforo que no atina
al cuajo.
Cuánta carne sobre la tierra.
Cuántos coágulos.

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2 comentarios en “Fuego de los días y otros poemas: Camila Charry Noriega”

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  2. No soy lector asiduo, y en menor porcentaje aun, de producción femenina, sin embargo, mas allá del esfuerzo plausible, se nota un dominio cuasi erótico que, lejos de la sutileza narrativa, pone de presente la preponderancia del verso lastimero y sufrido, como forma de manifestación del vivir urbano. Aunque la autora salta de la bello a los malos hábitos y un reiterado desuelle mundano, como extirpando demonios, la fuerza de su expresión realza la naturaleza no testimonial de su letra.

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