La escritura de la joven poeta colombiana es breve y certera. Sus metáforas son arriesgadas y contienen preguntas fundamentales acerca de los tabúes que nos imponen desde niños y que, de algún modo, condicionan nuestra existencia y la manera como nos relacionamos con el otro. Paula Alejandra usa palabras que escuchamos en las calles o en la simple cotidianidad de los hogares colombianos: piojos, Bonice, maricas, champú, plastilina; y así como esta última palabra sirve para moldear diversas formas, la poeta aprovecha la maleabilidad de cada concepto para elaborar un pensamiento profundo y revelador. Esto es lo que nos dice la directora de Vuela Palabra, Marisol Bohórquez Godoy, quien ha querido escribir una breve nota de lectura para acompañar esta muestra de cuatro poemas que comparto en mi traducción al italiano. Espero que les agrade.
DIOS LLORA EN SILENCIO
Dios llora en silencio como si fuera pecado,
su familia le dijo que los hombres no lloran y menos si son dioses,
que él es el hombre de la casa,
y no solo de la casa, es el hombre del mundo.
Le dijeron que solo los maricas lloran,
dios quiere ser marica,
dejar de ser él por un rato para poder sentarse a llorar en la silla de un bus,
quiere dejar de fingir que por ser dios no quiere arrancarse la piel
o que no siente ganas de llorar hasta convertirse en una lágrima
sin tener que esconderse en su pequeño edén de ausencias.
DIO PIANGE IN SILENZIO
Dio piange in silenzio come se fosse peccato,
la sua famiglia gli ha detto che gli uomini non piangono e meno ancora se sono divinità,
che lui è l’uomo di casa,
e non solo di casa, è l’uomo del mondo.
Gli hanno detto che solo le checche piangono,
dio vuole essere una checca,
smettere di essere lui per un po’ per potersi sedere a piangere sulla seggiola di un bus,
vuole smettere di fingere che perché è dio non vuole strapparsi la pelle
e che non ha voglia di piangere fino a tramutarsi in una lacrima
senza doversi nascondere nel suo piccolo paradiso di assenze.
PIOJOS
Ahora sé que la infancia está cundida de caminantes que succionan sangre e inocencia,
mamá amasa mi cabello mientras el champú escupe espuma y piojos,
cierro los ojos como si de eso dependiera mi vida.
Sálvame madre, llama a la abuela y juntas espúlguenme el alma,
construyan una cama juntando las uñas y exploten mi cuerpo en ellas.
PIDOCCHI
Adesso so che l’infanzia è gremita di passanti che succhiano sangue e innocenza,
mamma impasta i miei capelli mentre lo sciampo sputa schiuma e pidocchi,
chiudo gli occhi come se da questo dipendesse la mia vita.
Salvami mamma, chiama la nonna e insieme spulciatemi l’anima,
costruite un letto unendo le unghie e coltivate il mio corpo in esse.
Para Elvira
Mi abuela se baña en el olor del cielo.
La niña que siempre ha sido renace,
corre tras los copetones intentando atraparlos con la punta de la nariz
como si se tratara de una bandada de burbujas en medio de la calle.
Su voz llena el vacío del mundo,
en el centro de sus manos quebradas por la vida
guardamos los eucaliptos que la noche arrojó para nosotras.
A Elvira
Mia nonna fa il bagno nell’odore del cielo.
La bambina che è sempre stata rinasce,
corre dietro ai batuffoli cercando di afferrarli con la punta del naso
come se si trattasse di uno stormo di bollicine in mezzo alla strada.
La sua voce riempie il vuoto del mondo,
in mezzo alle sue mani spezzate dalla vita
serbiamo gli eucalipti che la notte ha strappato per noi.
BESOS DE CEREZA
Siempre veía cómo las gotitas rojas del Bonice se derretían en su boca y se escurrían por sus dedos.
Le regalé todos mis tazos, la serpiente más larga de plastilina y mi postre del almuerzo,
los días húmedos nos obligaron a construir una casa para las dos en un rincón del jardín de niños
donde ocurrieron las mejores orgías entre las barbies que no querían conocer un Ken,
un sin fin de desayunos hechos con flores de potrero y bolitas de papel crepé.
Bajo la mesa de plástico rosada, cubierta por almohadas y cobijas
juntas atesoramos juguetes robados, nubes con las formas más curiosas
y la ternura de nuestras lenguas teñidas de rojo enredándose a escondidas.
BACI DI CILIEGIA
Vedevo sempre come le goccioline rosse di Bonice si scioglievano nella sua bocca e gocciolavano tra le sue dita.
Le regalai tutte le mie figurine, il serpente di plastilina più lungo e la mia merenda,
i giorni umidi ci obbligarono a costruire una casa per entrambe in un angolo del giardino di infanzia
dove si sono svolte le migliori orge tra le barbie che non volevano conoscere un Ken,
un’infinità di colazioni fatte con fiori di allevamento e palline di carta crespa.
Sotto la tavola di plastica rosa, coperta di cuscini e coperte
abbiamo custodito insieme giochi rubati, nuvole dalle forme più curiose
e la tenerezza delle nostre lingue tinte di rosso che si aggrovigliavano di nascosto.
Paula Alejandra Castillo (Bogotá 1998) actualmente cursa el pregrado de creación literaria de la universidad central de Bogotá. En 2019 obtuvo el Premio Nacional de Poesía «la palabra espejo sonoro» de la Casa de Poesía Silva. Algunos de sus poemas aparecen en la antología Como la flor, voces de la poesía Cuir colombiana contemporánea, editada por editorial Planeta en 2021. Actualmente trabaja en su primer poemario.
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