Vuela Palabra

Jesús Cárdenas

Cinco poemas de JESÚS CÁRDENAS

Me complace presentaros esta selección de poemas de los libros Mudanzas de lo azul (Madrid, Vitruvio, 2013), Sucesión de lunas (Sevilla, Anantes, 2015), Los refugios que olvidamos (Sevilla, Anantes, 2016) y Los falsos días (Granada, Alhulia, 2019), más un inédito del poeta, ensayista y crítico literario Jesús Cárdenas. Es autor, además, de los poemarios La luz de entre los cipreses, Después de la música y Raíz olvido, este último en colaboración con el artista plástico Jorge Mejías. Ha recibido diversos premios, como el «José María de los Santos» en 2005 y el «Isabel Ovín» en 2018, y fue finalista del «Ángel Ganivet» en 2017. Traducido a varios idiomas, ha participado en diversas publicaciones conjuntas. Como crítico literario colabora en distintos medios y dirige la sección de poesía de Culturamas.

 

 

 

COMO UNA LETANÍA

Oí tu voz en llamas
aquella noche invernal de domingo
como un recorte de la sombra.

Imaginé tus ojos encharcados.
Y una lágrima se avino a bajar,
falta de fulgor,
desde la brasa dormida
hasta el paraje gélido de los sentimientos.

Oí la conspiración de tu voz sin temple.
La oí muy adentro.
Y algo crujió en la herrumbre de mis muros.
Su crujido me llegó amortiguado,
pero no llegué a tiempo.
Tu voz llameando.
Tu voz en llamas.
En llamas.

 


XXXVI

Volver a ser consuelo de nubes,
de sonidos, de luz nunca encendida,
de mareas vivas, a la sombra del ángel.

Volver a ser de agua y viento
como un vuelo a ras de la orilla.
Mudar en feroz emoción primera
al límite del vértigo. Atreverme a sus alturas.

Volver entonces al relámpago y a la llama.

Volver cual vino a las viñas,
como vuelve septiembre a las acacias
a tiempo de abrigar esta lluvia de sol
como si me la hubiera reservado.

Desembocar en tu amplitud
con la misma cadencia prodigiosa
de quien regresa a los principios.

Volver al tatuaje de nuestros nombres.
Oírtelo decir sería como un milagro.

 

CONJETURA

Si el amor fuera afán de una fresneda
con altas copas y raíces nervios,
un bosque vivo de escalas de verdes
sin el moho que todo lo deforma.
Nuestro propio refugio, imagínate.

Azotadas las ramas,
sientes sólo la música del viento,
donde ningún ser se disfraza de otro,
la verdad inocente, sin retazos de nubes,
y su sombra, un espacio que gravita,
la luz disuelta y el tiempo para sí
donde juega a inventarse, espejismo dual,
como si lo fatal no tuviera cabida,
como si nunca remolcara nada
y expandiera su espacio a cada poco.

Si el amor fuera un bosque,
sería la región secreta
en la que los amantes afrontan el vacío.

 

DENTRO DE UNA PIEDRA

Como Girondo yo también viví
dentro de una piedra olvidada
sin comprender ni abrazar,
nada que me arrancase de lo oscuro.
Como piedra sentí
el taladro del ave picoteándome,
las idas y venidas del mar,
las olas rompiendo contra mí.

En ningún momento supe explicar
el infortunio de verme de este modo,
y nada hacía pensar en el silencio de limo
que hallarme comprendido en esto
que apenas soy.

 

HABITAR EL INVIERNO


                     
Nunca será del tiempo aunque en el tiempo viva
                     J. E. Cirlot


El aire mueve las ramas del cerezo
que plantamos un día invernal,
el óxido de octubre
va desnudándolo sesgadamente.
Las hojas muertas giraban en círculos
soñando con el agua fresca.
Caen unas gotas, débilmente, y cesa
en el instante en que arrecia la tarde.
Un trueno reverbera apartando las nubes,
en las que, a veces, intuyo un rostro,
y otras, el perfil de una golondrina.

Toma la copa de vino. Hagamos
el ritual de que se acerca el apocalipsis.
No olvides su aroma. Se acerca
noviembre pero nuestros labios
ya no están fríos. Soseguemos
al corazón apagando nuestra sed.
Después, soñemos.


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