Vuela Palabra

Sharon Olds: «yo lo conocí desalmado toda mi infancia».

Este viernes quise compartirles uno de mis poemas favoritos de la vida, tanto, que lo incluyo en mi tesis de maestría. De hecho, todo este libro The Father, de Sharon Olds, es parte fundamental de mi trabajo sobre poesía posconfesional. Pero más que hablarles de las características que encuentro en él, quiero contarles lo mucho que me impacta cada vez que lo leo. La voz poética nos cuenta cómo le cuesta dejar al cuerpo muerto de su padre solo en la habitación del hospital, ya que su padre para ella es ese cuerpo inerte, como cuando en su infancia se pasaba las tardes recostado en el sofá de la sala, completamente borracho. Si tienen la oportunidad, lean The Father completo, pues las emociones de un poema se llevan al otro, generando una bola de nieve inmensa. Y por lo pronto, les dejo este poema en mi traducción aquí, ojalá lo disfruten.

Andrea Muriel

El cuerpo muerto

Yo odiaba que, después de que murió, a ratos lo dejáramos
solo en su habitación. Por meses hubo
alguien con él, estuviera dormido
o despierto, en coma, alguien, y ahora
podíamos quedarnos parados afuera de la puerta y él estaba
solo, como si todo lo que nos hubiera interesado fuera su consciencia,
de este hombre que tenía tan poca consciencia, quien era
90% su cuerpo. Odiaba
que lo estuviéramos tratando como basura, íbamos a quemarlo, como si
sólo el alma importara. Quién era ese,
si no él, recostado ahí deshidratado y abandonado.
Yo estaba lista para luchar con cualquiera
que no tratara ese cuerpo con respeto, sólo
deja que algún estudiante de medicina haga una broma sobre su hígado, yo iba
a golpearlos, deseaba tanto tener a alguien a quien golpear,
y si íbamos a quemarlo, entonces
yo quería a este hombre
quemado por completo, no
me dejen ver ese brazo en nadie en
Redwood City mañana, no se lleven esa
lengua para trasplante o ese reacio ojo.
Y qué si su alma se había ido, yo lo conocí
desalmado toda mi infancia, lo vi
tumbado en el sofá, en la esquina sin iluminar de la
sala, sobre su espalda, con la boca abierta
y nada ahí más que su cuerpo. Así que me quedé a su lado
en el hospital y lo acaricié, toqué su
brazo, su cabello, no pensaba que él estaba ahí
pero éste era aquel a quien yo había conocido de cualquier modo,
a este hombre de rica substancia,
a este hombre crudo, como aquellos primitivos seres que
ya vivían en esta tierra antes que Dios
tomara aquella arcilla especial e hiciera su propia colección de personas.

 

The Dead Body

I hated it, after he died, that we would sometimes
leave him alone in the room. For months there had
been someone with him, whether he was asleep
or awake, in coma, someone, and now
we would stand outside the door and he was
alone–as if all we had cared about was his consciousness,
this man who had so little consciousness, who was
90% his body. I hated

the way we were treating him like garbage, we would burn him, as if
only the soul mattered. Who was that,
if not he, lying there dried and abandoned.
I was ready to fight anybody
who did not treat that body with respect, just
let some medical students make a joke about his liver, I would
deck them, I so wanted to have someone to deck,
and if we were going to burn him, then
I wanted this man
burned whole, don’t
let me see that arm on anyone in
Redwood City tomorrow, don’t take that
tongue in transplant or that unwilling eye.
So what if his soul was gone, I knew him
soulless all my childhood, saw him
lying on the couch in the unlit end of the
living room on his back with his mouth open
and nothing there but his body. So I stood by him
in the hospital and stroked him, touched his
arm, his hair, I did not think he was there
but this was the one I had known anyway,
this man made of rich substance,
this raw one, like those early beings who
already lived on this earth before God
took that special clay and made his own set of people.

 

Sharon Olds (San Francisco, 1942) es una escritora y poeta estadounidense autora de ocho libros de poesía entre los que se encuentran Satan Says (1980), The Dead and the Living (1984), The Father (1992) y Stag’s Leap (2012), éste último merecedor del Premio Pulitzer en 2013. Por los temas cotidianos que trata y su manera tan cruda de acercarse a ellos, se le considera una poeta posconfesional. Actualmente, imparte clases de creación literaria en la Universidad de Nueva York.

 

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