Vuela Palabra

Ya no tengo fuerza para ser civilizada

Ya no tengo fuerza para ser civilizada de Iveth Luna Flores

El día de hoy quiero compartirles una probadita del nuevo libro Ya no tengo fuerza para ser civilizada de Iveth Luna Flores. Les dejo también por aquí la contraportada que tuve la fortuna de escribir para este poemario que me deslumbró. Ojalá disfruten lo disfruten tanto como yo. 

«¿Qué permanece en la memoria? ¿Por qué hay situaciones que emergen una y otra vez al pensar en alguien y otras tantas que se nos borran? ¿Qué dice de nosotrxs lo que recordamos? Desde la crudeza de una mirada incisiva, Iveth Luna Flores escarba en su historia personal, en la de su familia y en sus relaciones cercanas para responder esta pregunta. Ya no tengo fuerza para ser civilizada es un libro que de tan honesto, incomoda. Y es que la autora nos adentra en su intimidad para hablarnos de las mecedoras oxidadas de la casa de su infancia, de los vellos encarnados en el jabón que dejan lxs amantes, y de aquella vez en el Carl’s Jr después de que papá salió de rehabilitación. Siguiendo un estilo posconfesional, el trabajo poético de este libro consiste en transformar la materia de la vida cotidiana en poemas que asombran por su precisión al nombrar la complejidad y lo inasible de los afectos humanos.»

Andrea Muriel

La nostalgia es una enfermedad

 

Me gusta recubrir con palabras
el fósil del recuerdo que quiero excavar.
Después aparto el polvo, los bichos,
las hojas quebradas y siento la frialdad de la tierra.
No hay nada como ver una raíz arrancada
en su estado puro,
no hay nada como oler un miedo profundo.
Una tantea cada mina explosiva,
una mide la cuadratura de los hechos.
La distancia se vuelve una tijera
que corta el cuerpo pegado a las emociones.
Como una calcomanía vieja,
me despego.
Entonces puedo pensar:
No se entra al mar
con piedras tan pesadas en el pecho.
No se intenta nadar
con tan poco aire en los pulmones.
Pero una se mete así,
avienta su cuerpo a un mar picado,
las olas te revuelcan.
Una se asegura de que el agua
no le llegue a la pólvora del corazón.
Es verdad, no tengo los pies ligeros,
no soy la de los pies alados.
Mamá me enseñó a arrastrarlos,
a dejar la huella de mis gruesas cadenas.
La esclava de oro que llevaba en mi muñeca
se oxidó, la placa con mi nombre
la empeñé junto a los aretes de la bisabuela
en un monte de piedad.
Aquí puedo oler la saliva,
por acá reparten la sal en la mesa,
me arde en los labios y no puedo creer
que todavía no hayas conocido el mar.
Iríamos juntos, pero siempre viajábamos
en asientos separados.
Incluso en el mismo vuelo
veíamos hacia diferentes cielos.
Amar se volvió una comparación
de nuestras tablas periódicas:
a la tuya le faltaba algún elemento,
a la mía le sobraba uno.
Tienes razón, me gusta desenterrar el recuerdo
de aquellos piojos que nos contagiamos juntos,
esa vez que nos espulgamos como primates
y las veces que nos defendimos el uno al otro
como si fuéramos de la misma sangre.

Cuéntame otra vez cómo naciste,
háblame de la luz en tu cara
al abrir la panza de tu madre.
Cuéntame cómo es que aventaste
el olor de tu aliento
y después terminaste replegándote
hacia el interior de tu propio miedo.
¿Por qué? Si yo te había dado toda la luz.
¿Por qué? Si la gama de mis emociones
también contaba con tonalidades oscuras.
Tienes razón, soy una nostálgica,
me olvido de que he vivido ciertas cosas:
como ver pequeñas mantarrayas
nadando sobre mi cabeza,
como haber enterrado un hueso de durazno
en mi matriz cuando era niña.
Ese árbol me golpeó con sus frutos,
me hundí en el almíbar,
me volví tan dulce que me añejé.
Una se olvida de las presas de la boca,
de cómo los amigos
quisieron callarme con sus estúpidas rarezas.
Esos amigos que se recluyeron en el vientre
y cuando no tuvieron más remedio
lo mostraron como una momia en sus poemas.
Esos amigos que endulzaron el calostro
y terminaron vomitándolo.
Esos amigos que cavaron hondo en su angustia
y volvieron el alcohol leche materna.
Ellos, que siguen arañando los pezones
y mamando
de los pechos de sus abuelas muertas.
Es cierto, hay afectos que se caen
debido a la gravedad de la Tierra.
En el espacio los hombres no pueden llorar
sin quedarse ciegos,
las lágrimas les obstruyen la vista.
A una le arden los ojos, pero sigue llorando,
bajan por el rostro las pruebas,
saben a sal.
Una se convierte en la mascota apaleada por sus padres,
una es la perra solitaria que permanece en el techo de la casa
hasta que el sol evapora el agua del plato.
Una quisiera mandar a callar
las tripas del estómago.
Me gustaría que supieras la historia completa;
el tío ahorcado, el tío perdido en los cerros,
los quistes hemorrágicos
en el útero de la abuela.
Ahora voy a hablarte de los cinturones,
ahora voy a hablarte de una cama grandísima
donde me agarré a golpes con la adolescencia.
Ahí donde prometí no volver a lastimar a nadie,
ahí donde me tuvieron amarrada
en una habitación completamente blanca.
La única ventaja del blanco
es que en él puedes dibujar lo que quieras.
Así que en esta ocasión te dibujo a ti.
Eres una pequeña burbuja que flota en el aire,
cuido de los ventarrones,
pero el soplo de mi aliento te hace explotar.
Leo la sangre de mis menstruaciones
como se leen los restos del café,
huelo el olor de mis humores,
me anticipo a la ovulación.
Fósiles, luz, constelación.
Me gustaría que vinieras
a mostrarme qué hay más allá del hartazgo,
qué sigue luego de la reconstrucción.
Esta es una curiosidad regia.
Cubro con palabras los recuerdos
y después los desentierro poco a poco.
Esos pequeños fósiles de nosotros
ahora son tesoros preciosos.

 

Iveth Luna Flores (Apodaca, Nuevo León, 1988). Licenciada en Letras Mexicanas por la UANL. Ha publicado Comunidad terapéutica (Premio Nacional de Poesía Francisco Cervantes Vidal 2016); su obra ha aparecido en revistas como Este País, Punto de Partida y Periódico de Poesía (UNAM), Estudios (ITAM), Tierra Adentro, Jardín LAC; y en diversas antologías nacionales e internacionales. Fue becaria del Centro de Escritores de Nuevo León y del programa Jóvenes Creadores del FONCA. Ganadora del taller de escritura creativa Punto Final, Laboratorio de terminación de obra, impartido por Juan Pablo Villalobos, convocado por Fondo Ventura A. C., La Feria Internacional del Libro de Oaxaca (FILO) y Editorial Almadía.

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1 comentario en “Ya no tengo fuerza para ser civilizada de Iveth Luna Flores”

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