Vuela Palabra

Voces que cuentan. Diez narradoras ecuatorianas

Voces que cuentan. Diez narradoras ecuatorianas

El día de hoy les comparto el prólogo a la antología Voces que cuentan. Diez narradoras ecuatorianas a cargo de la escritora Valeria Guzmán Pérez quien realizó también la selección de este volumen que incluye voces muy interesantes. Este esfuerzo intenta llevar a otros espacios la literatura ecuatoriana escrita por mujeres. Quisiera mencionar a las autoras que forman parte de esta compilación: Marcela Ribadeneira, Melanie Márquez Adams, Solange Rodríguez Pappe, Gabriela Alemán, Gabriela Ponce, María Auxiliadora Balladares, Daniela Alcívar, Sandra Araya, Diana Zavala y Andrea Armijos Echeverría.

Además, quisiera invitarlxs a la presentación de este libro que haremos junto a Valeria Guzmán Pérez y Alma Karla Sandoval en la FILUNI el día de hoy 1ero de septiembre a las 5pm. Dejo el cartelito hasta abajo. 

Andrea Muriel

 

Mujeres al oído: el reto de lo visible

 

                           Los historiadores que buscan en el pasado testimonios acerca de las
mujeres han tropezado, una y otra vez, con el fenómeno de la
invisibilidad de la mujer.

Las investigaciones recientes han mostrado no el que las mujeres fuesen
inactivas o estuviesen ausentes de los acontecimientos históricos, sino
que fueron sistemáticamente omitidas de los registros oficiales.
[…]
¿Cómo podemos explicar el hecho de que pese a que las mujeres
coexistieran con los hombres, éstas fueran olvidadas o desdeñadas? […]
¿qué podemos hacer para asegurarnos de que los esfuerzos de hoy no desaparezcan?
(Joan Wallach Scott)

visible
1. adj. Que se puede ver.
2. adj. Tan cierto y evidente que no admite duda.
3. adj. Dicho de una persona:
Notable y que llama la atención por alguna singularidad.
(DLE, s.v. visible)

 

 

  1. Deconstruir los estereotipos

¿Qué significa “hacer visible”? Lo visible es aquello que puede ser visto; es decir, los textos escritos por autoras existen pero, a veces, no están al alcance de los receptores porque no se encuentran reediciones o reimpresiones. Hacer visible la literatura escrita por mujeres consiste en volver evidente que las obras de las autoras existen y que son contundentes, además de hacer que sus nombres se difundan. Finalmente, implica destacar que su escritura constituye una singularidad, o sea, que cada autora es un universo en sí misma y posee un estilo, el suyo propio. Esto, que parecería una verdad de Perogrullo, no lo es tanto cuando descubrimos que, en pleno siglo XXI, varios lectores siguen pensando que todas las mujeres escriben “cosas de mujeres” o que una antología que reúne exclusivamente textos de autoras es “monótona” porque todas escriben “igual”, por el simple hecho de compartir ciertas caracterísiticas biológicas. De tal modo, es fundamental esta gradación de la visibilidad: de aquello que existe y puede verse, al hecho de que evidentemente existen tanto las escritoras como su obra, a reconocer su singularidad.

Cuando se inició el proyecto Mujeres al oído, perseguía dos objetivos. El primero era hacer visible la obra de escritoras ecuatorianas, difundirla, ponerla al alcance de distintos públicos. El catálogo de Mujeres al oído cuenta con autoras de diferentes generaciones, algunas con una amplia trayectoria y otras están empezando. Por lo tanto, nunca está demás refrendar el trabajo de quienes tienen trayectoria, afianzar el esfuerzo de las autoras emergentes y dar a conocer sus obras a diversos receptores, a nuevas generaciones, a través de distintos soportes. El segundo objetivo era recomendar la literatura de escritoras ecuatorianas para invitarlos a acercarse a una sensibilidad particular, a un mundo íntimo, a una postura intelectual, a una forma de habitar el mundo, porque, aunque sea un mínimo gesto de acercamiento o de genuino interés, es también una manera de deconstruir un conjunto de prácticas machistas ampliamente arraigadas y sostenidas por cánones literarios durante siglos.

 

  1. Cinco por ciento de mujeres en cuarenta años de antologías

El despliegue mediático actual respecto de la literatura escrita por mujeres nos ha hecho pensar que las escritoras no solo están a la par, sino que, en la dinámica mercantil literaria, están por encima de los hombres y que reciben mayores y mejores beneficios. No obstante, habrá que ir un poco más allá de las notas periodísticas rimbombantes y de los escaparates llenos de obras de autoras. Al hacer una breve revisión cuantitativa de las autoras incluidas en antologías de cuento mixtas, es decir, de aquellas que incluyeron autores y autoras, con dos cortes temporales, obtuve resultados interesantes.  En un primer corte de antologías publicadas entre 1960 y 2000, fueron antologadas únicamente un 5 % de mujeres; como dato curioso, la más antologada fue Eugenia Viteri. De 2001 a la fecha, se antologa al menos un 25 % de mujeres y la autora más antologada ha sido Solange Rodríguez Pappe. Ese 20 % que distancia el primer corte del segundo ya marca una diferencia sustancial y ojalá que sea progresiva.

Si bien los números son apenas un indicio, pueden ser el punto de partida de estudios cualitavivos y suelen ser indicadores de tendencias y posibilidades. Espero que incluir a mujeres en antologías mixtas vaya en aumento, que aquel “pretexto” utilizado entre los años treinta y los noventa de que las mujeres escribían menos que los hombres, o de que participaban escasamente en el medio cultural se destierre del imaginario colectivo. Es triste enterarse de que tres de cada diez propuestas que llegan a las editoriales las envían mujeres, mientras que las siete restantes las envían hombres. Esto no ocurre porque no haya autoras o haya menos, sino porque está profundamente internalizado el “síndrome del impostor”. Las escritoras han demostrado sobradamente, tanto a través de la emergencia de nuevas voces como de la permanecia en el panorama de la narrativa nacional, que parte esencial y significativa de la narrativa contemporánea la están escribiendo las mujeres en el Ecuador. Por lo tanto, tenemos derecho a aparecer como sujetos de enunciación y eso solo puede mostrarse publicando textos escritos por las propias mujeres. Estamos cansadas no solo de ser dichas por los hombres como les ha venido en gana durante siglos, sino, y aún peor, estamos cansadas de ser mal dichas. No basta con ser un porcentaje que se coloca en un libro para cumplir una cuota de género. No podemos descansar hasta que se respete nuestro trabajo y se nos dé el lugar que nos corresponde.

 

  1. Diez escritoras que son también un mundo

Esta antología reúne cuentos de diez narradoras ecuatorianas. Son únicamente diez porque se traslada a soporte escrito a las autoras del catálogo de audiocuentos de Mujeres al oído.

La antología abre con Gabriela Alemán; incluye a Solange Rodríguez Pappe, Gabriela Ponce, María Auxiliadora Balladares, Daniela Alcívar, Sandra Araya, Diana Zavala, Malanie Márquez Adams, Marcela Ribadeneira, y cierra con Andrea Armijos Echeverría.

Las autoras incluidas en esta antología viven una experiencia literaria plena, han estudiado literatura o tienen formaciones afines, son periodistas, docentes, editoras, gestoras culturales, etc., lo cierto es que están inmersas no solo en la escritura, sino también en el quehacer literario.

Me parece importante destacar también que esta antología mantiene un diálogo con otras tres angologías de cuento escrito por mujeres publicadas a partir de 2001: 1) Cuentan las mujeres, de Cecilia Ansaldo, publicada por Seix Barral en 2001,  que incluye a 22 autoras; 2) Cuentos de mujer, publicada por la Campaña Nacional de Lectura Eugenio Espejo en 2004, que incluye 13 autoras, y 3) Señorita Satán, publicada por editorial El Conejo en 2017, que incluye 17 autoras.

No puedo cerrar este apartado sin antes recomendar a otras narradoras que están escribiendo actualmente y que por circunstancias ajenas a la calidad de su obra no forman parte de esta antología: Abril Altamirano, Aminta Buenaño, Ana Cristina Franco, Julia Rendón, Lucrecia Maldonado, Luz Argentina Chiriboga, María Fernanda Ampuero, Hilda Holst, Mónica Ojeda, Silvia Stornaiolo, Sonia Manzano, Yuliana Marcillo, entre otras.

Tampoco olvidemos a nuestras clásicas: Elisa Ayala, Nela Martínez y, me atrevería a decir, Alicia Yánez Cossío, Eugenia Viteri, Lupe Rumazo, entre otras.

 

  1. De labios rojos a fantasmas

Los invito a leer los diez cuentos incluidos en esta antología, a acompañar a sus diez protagonistas femeninas, a espiar desde la mirilla de la portada hacia el interior de las historias y a descubrirse ahí con el asombro de lo extraño y lo terrible.

Algunos de los cuentos de esta antología nos adentran al interior de los personajes, y nos dejan contemplar sus temores, angustias, confusión o el deleite ante las cosas. Así, en “El tiempo vivido” podemos acompañar a la protagonista en una triste y profunda reflexión acerca de sobrellevar la vida después de varios golpes extremandamente dolorosos, tratando de convivir con los propios sentimientos y a la vez de evitarlos. En “Labios rojos” podemos experimentar los contrastes y la discordancia, la confusión y la desesperación que siente la protagonista ante su propia vida, sus responsabilidades y la cotidianidad, al igual que en “Al otro lado de la puerta”, en el que podemos sentir el desaliento de la narradora y personaje principal ante su decepcionante y aciaga vida futura.

Asimismo, en la mayoría de los cuentos se nos presentan descripciones impactantes, que apelan a la exuberancia de los sentidos. Podemos apreciar este tipo de descripciones en “De los hombres no me gusta es que se gastan”, que resulta un festín poético que nos detalla lo que de apetecible hay en los hombres, pero también su finitud; hombres para admirar, saborear y agostar. Mientras que en “El profesor de piano” se exacerban los sentidos a través sugerencias, de detalles que evocan erotismo y apuntan hacia el placer, al mismo tiempo que se reprimen. En “Fantasmas” las descripciones nos llenan de miedo y preocupación, y nos hacen poner en duda nuestro juicio.  

En varios de estos cuentos aparece el deseo de escapar, por diferentes medios, de la realidad en la que se vive. En “Labios rojos” la protagonista trata de huir de la enfermedad de su madre y de un noviazgo no deseado, a través de las pastillas, de la infidelidad y de escuchar la vida de otros. En “El profesor de piano” se usa la imaginación para vivir lo que se quiere vivir y no lo que realmente se vive. En cambio, en “Luz artificial” y “Fantasmas”, se usa esta misma imaginación para hacernos creer que quizás todo lo que vivimos sucede en la dimensión de lo imaginario y no en la realidad. Y en “El tiempo vivido” y en “Oumuama” se usan la lógica, los conocimientos y la reflexión para escaparse del pasado y de los sentimientos.

Pero no importa cuánto deseamos escaparnos de la realidad, esta parece siempre alcanzarnos de una manera u otra. Y esto mismo experimentan varios de los personajes de estos cuentos, los cuales tienen el presentimiento ominoso de que no hay forma de huir de la propia vida. Los presentimientos, la zozobra, nos acercan al hilo de la intuición, que aparece por aquí y por allá en varios de estos relatos. En el cuento “En el sótano”, este presentimiento le dice a la protagonista que hay secretos que deben seguir guardados, a menos que se quiera saber cosas que no se desean saber en realidad. Esa misma intuición le hace saber a la protagonista de “Lágrimas blancas” que, si no huye pronto, algo desagradable le puede ocurrir, e incluso le muestra a la protagonista de “Al otro lado de la puerta” lo que pasará en el futuro, de tal manera que puede detallarlo perfectamente, aunque no lo haya vivido aún.

Estos cuentos están relatados con tal maestría que solo puedo invitarlos a compartir la experiencia de su lectura; a expandir sus sentidos y su mente; a conocer las distintas perspectivas femeninas y la multiplicidad de voces que constituyen sus páginas; a reflexionar acerca de la vida, y a ser sacudidos desde lo más profundo a través de las palabras y del gozo lingüístico que implica paladear cada una de estas historias.

 

  1. Sostener las voces

Mujeres al oído presenta ahora una versión escrita gracias a los comentarios de las y los escuchas que anhelaban ver reunidos los cuentos para leerlos en formato convencional y gracias también al apoyo del Centro de Publicaciones de la PUCE, que acogió la idea con emoción y la ha hecho posible. ¡Gracias por su generosidad y por comprender cabalmente la importancia de este proyecto!

Debo agradecer también a María José Jean Juárez por la fotografía de portada y por el diálogo que mantivimos respecto de estos cuentos; a Eréndira Cervantes por su lectura cuidadosa; a Pilar Cobo por echarle un ojo a esta introducción, porque en la sororidad resistimos.

Tampoco puedo dejar de agradecer a cada una de las autoras el entusiasmo y la generosidad que han tenido con el proyecto Mujeres al oído. Gracias, además, porque han encontrado una manera personal de escribir el mundo, de crear otros mundos, de contar desde la otra cara de la moneda, desde su sensibilidad, desde las verdades que a nosotras nos importan, aunque al resto del mundo puedan parecerle triviales. Gracias por encontrar otro modo de ser, como anhelaba Rosario Castellanos, “otro modo de ser que no se llama Safo ni Mesalina ni María Egipcíaca ni Magdalena ni Clemencia Isaura. Otro modo de ser humanas y libres. Otro modo de ser”.

 

 

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