Vuela Palabra

Nueve poemas de Fabián Casas

La poesía de Fabián Casas tiene un lugar importante en mi corazón. Cada que vuelvo a ella vuelvo a maravillarme con lo cinematográfico de sus poemas, su creación de escenas tan emocionalmente intensas y su evocación a partir de lo profundamente cotidiano como una aspirina, unas llaves o el abrir el refrigerador. Así que bueno, me di a la tarea de elegir esos textos que me erizan la piel y, aunque pensaba elegir cinco, no pude y quedaron nueve. Un número extraño para una antología, sí, como las atmósferas enrarecidas de Fabián.

Andrea Muriel

Despertarte

Despertarte a mitad de la noche
y ver en el otro lado de tu cama
a tu mujer llorando
es una experiencia importante.
Quiere decir, entre otras cosas,
que mientras paseabas por los cuartos
iluminados de tu cerebro
algo se estaba gestando cerca tuyo.
Un error con el cual mantenés
una particular relación de intimidad.
Porque aunque no firmemos nada,
ni corramos apurados bajo la lluvia de arroz
pensamos que es para toda la vida
y así seguimos.
Botes, que durante la noche,
quedan amarrados al muelle,
golpeándose entre sí,
según el viento.

 

Esperando que la aspirina

Esperando que la aspirina empiece a trabajar,
que acomode los cuartos, que revuelva el café
y que traiga a mi madre, fresca
a esta tarde de agosto
hojeo revistas estúpidas, escucho discos viejos
me pregunto en qué momento
los dinosaurios sintieron
que algo andaba mal.

 

Sin llaves y a oscuras

Era uno de esos días en que todo sale bien.
Había limpiado la casa y escrito
dos o tres poemas que me gustaban.
No pedía más.

Entonces salí al pasillo para tirar la basura
y detrás de mí, por una correntada,
la puerta se cerró.

Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podría ser la muerte:
un pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro
la basura en la mano.

 

Un plástico transparente

Abrí la puerta y te estabas bañando.
Los vidrios empañados, el ruido del agua
detrás de las cortinas,
las cosas esenciales instaladas
fuera de la razón.
Me llamaste, acercaste la cara
y nos besamos a través del plástico

transparente: fue un instante.
Las parejas y las revistas literarias
duran casi siempre dos números.
Sin embargo, de a poco,
le fuimos ganado terreno al río:
días interminables en los que el caos
tomaba tu forma para envolverme mejor.

 

Después de largo viaje

Me siento en el balcón a mirar la noche.
Mi madre me decía que no valía la pena
estar abatido.
Movete, hacé algo, me gritaba.
Pero yo nunca fui muy dotado para ser feliz.
Mi madre y yo éramos diferentes
y jamás llegamos a comprendernos.
Sin embargo, hay algo que quisiera contar:
a veces, cuando la extraño mucho,
abro el ropero donde están sus vestidos
y como si llegara a un lugar
después de largo viaje
me meto adentro.
Parece absurdo: pero a oscuras y con ese olor
tengo la certeza de que nada nos separa.

 

A mitad de la noche

Me levanto a mitad de la noche con mucha sed.
Mi viejo duerme, mis hermanos duermen.
Estoy desnudo en el medio del patio
y tengo la sensación de que las cosas
no me reconocen.
Parece que detrás de mí nada hubiese concluído.
Pero estoy otra vez en el lugar donde nací.
El viaje  del Salmón
en una época dura.
Pienso esto y abro la heladera:
un poco de luz  desde las cosas
que se mantienen frías.

 

Hace algún tiempo

Hace algún tiempo
fuimos todas las películas de amor mundiales
todos los árboles del infierno.
Viajábamos en trenes que unían nuestros cuerpos
a la velocidad del deseo.

Como siempre, la lluvia caía en todas partes.

Hoy nos encontramos en la calle.
Ella estaba con su marido y su hijo;
éramos el gran anacronismo del amor,
la parte pendiente de un montaje absurdo.
Parece una ley: todo lo que se pudre forma una familia.

 

Final

Este es el patio donde fui chico.
Las baldosas se han gastado un poco y las plantas
han crecido por las rendijas de las paredes.
En esta soledad de la casa deshabitada
tengo la terrible certeza de estar parado sobre una equivocación.
No todo es tan duro, ya lo sé;
pero convengamos que esta falsedad
de tensar los poemas con una catástrofe
se ha convertido ahora en mi segunda naturaleza.
Cuando veo a la gente besándose en las plazas
no puedo dejar de creer en un futuro
donde los únicos vestigios del amor
serán videos
pornográficos.

 

Hoy mi madre tendría que cumplir 48 años

Hoy mi madre tendría que cumplir 48 años;
pero hace tres que está bajo tierra
en un cementerio de los suburbios de la ciudad.
Aun así, las cosas persisten en crecer.
El sol arroja sus arpones amarillos
a través de las nubes,
los chicos juegan en los parques sus juegos de siempre,
un satélite ruso de estrella en París;
y yo me paro algunos días frente a su tumba
y me doblo con las flores en la boca del viento.

 



Fabián Casas (Buenos Aires, 1965). Escribe poesía, narrativa, teatro y ensayo. En 2010 se publicó la colección de sus siete libros de poesía anteriores: Horla City y otros. Toda la poesía 1990-2010. Se le suele considerar a su obra objetivista. En 2007 recibió en Alemania el Premio Anna Seghers. En 2014 obtuvo el Diploma al Mérito de los Premios Konex. 

 

 

 

 

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2 comentarios en “Nueve poemas de Fabián Casas”

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