Leeremos “Las calles” y otros poemas de Jorge Luis Borges (Buenos Aires, Argentina, 1899 – Suiza, 1986). Es una de la voces más importantes de las letras hispanoamericanas, tanto como autor de poesía que como narrador de relatos fantásticos y ensayos. Nacido en una familia burguesa, culta y cosmopolita de Buenos Aires, aprendió el inglés de su abuela, y en la biblioteca de su padre empezó sus variadas lecturas sobre las cuales iba a construir su propio universo literario original. En España hasta 1921, empezó su carrera literaria en el ultraísmo, movimiento de vanguardia que insistía sobre el valor poético de la metáfora. Entre sus poemarios, cabe destacar Fervor de Buenos Aires (1923), Luna de enfrente (1925), y Cuaderno de San Martín (1929). Tras alejarse progresivamente de la poesía para cultivar la narrativa por varios años, volvió a ella con El hacedor (1960) y El otro, el mismo (1964), probablemente sus poemarios más importantes y significativos.
Traducción de Gianni Darconza.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
A volte appare nelle sere un volto
e ci guarda dal fondo d’uno specchio;
l’arte dev’esser come quello specchio
che ci rivela il nostro stesso volto.
LAS CALLES
Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraña.
No las ávidas calles,
incómodas de turba y ajetreo,
sino las calles desganadas del barrio,
casi invisibles de habituales,
enternecidas de penumbra y de ocaso
y aquellas más afuera
ajenas de árboles piadosos
donde austeras casitas apenas se aventuran,
abrumadas por inmortales distancias,
a perderse en la honda visión
de cielo y llanura.
Son para el solitario una promesa
porque millares de almas singulares las pueblan,
únicas ante Dios y en el tiempo
y sin dudas preciosas.
Hacia el Oeste, el Norte y el Sur
se han desplegado –y son también la patria‑ las calles:
ojalá en los versos que trazo
estén esas banderas.
LE STRADE
Le strade di Buenos Aires
sono ormai le mie viscere.
Non le avide strade,
scomode di folla e di trambusto,
bensì le strade indolenti del quartiere,
quasi invisibili perché abituali,
intenerite di penombra e di tramonto
e quelle più in fuori
prive di alberi pietosi
dove austere casette si avventurano appena,
oppresse da immortali distanze,
a perdersi nella profonda visione
di cielo e pianura.
Sono per il solitario una promessa
perché popolate da migliaia di anime singolari,
uniche davanti a Dio e nel tempo
e senza dubbio preziose.
Verso l’Ovest, il Nord e il Sud
si sono distese –e sono patria anch’esse‑ le strade:
voglia il cielo che nei versi che traccio
ci siano quelle bandiere.
LOS ESPEJOS
Yo que sentí el horror de los espejos
no sólo ante el cristal impenetrable
donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos
sino ante el agua especular que imita
el otro azul en su profundo cielo
que a veces raya el ilusorio vuelo
del ave inversa o que un temblor agita
y ante la superficie silenciosa
del ébano sutil cuya tersura
repite como un sueño la blancura
de un vago mármol o una vaga rosa,
hoy, al cabo de tantos y perplejos
años de errar bajo la varia luna,
me pregunto qué azar de la fortuna
hizo que yo temiera los espejos.
Espejos de metal, enmascarado
espejo de caoba que en la bruma
de su rojo crepúsculo disfuma
ese rostro que mira y es mirado,
infinitos los veo, elementales
ejecutores de un antiguo pacto,
multiplicar el mundo como el acto
generativo, insomnes y fatales.
Prolongan este vano mundo incierto
en su vertiginosa telaraña;
a veces en la tarde los empaña
el hálito de un hombre que no ha muerto.
Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
paredes de la alcoba hay un espejo,
ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
que arma en el alba un sigiloso teatro.
Todo acontece y nada se recuerda
en esos gabinetes cristalinos
donde, como fantásticos rabinos,
leemos los libros de derecha a izquierda.
Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
no sintió que era un sueño hasta aquel día
en que un actor mimó su felonía
con arte silencioso, en un tablado.
Que haya sueños es raro, que haya espejos,
que el usual y gastado repertorio
de cada día incluya el ilusorio
orbe profundo que urden los reflejos.
Dios (he dado en pensar) pone un empeño
en toda esa inasible arquitectura
que edifica la luz con la tersura
del cristal y la sombra con el sueño.
Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso nos alarman.
GLI SPECCHI
Io, che sentii l’orrore degli specchi
non solo davanti al vetro impenetrabile
dove finisce e inizia, inabitabile,
l’impossibile spazio dei riflessi
ma davanti all’acqua specchiante che copia
l’altro azzurro nel suo profondo cielo
che a volte riga l’illusorio volo
d’uccello inverso o agita un tremore
e davanti alla distesa silenziosa
del fine ebano la cui lucentezza
ripete come un sogno la bianchezza
d’un vago marmo o d’una vaga rosa,
oggi, alla fine di tanti e perplessi
anni ad errare sotto varia luna,
mi chiedo quale caso di fortuna
fece in modo che io temessi gli specchi.
Gli specchi di metallo, il mascherato
specchio di mogano che nella bruma
del suo rossastro crepuscolo sfuma
il volto che guardando è riguardato,
infiniti li vedo, elementari
esecutori d’un antico patto,
moltiplicare il mondo come l’atto
generativo, insonni e fatali.
Ampliano questo vano e incerto mondo
in una vorticosa ragnatela;
all’imbrunire talvolta li appanna
l’alito d’un uomo che non è morto.
Il cristallo ci spia. Se tra le quattro
pareti della stanza c’è uno specchio,
non sono solo. C’è un altro. Il riflesso
che innalza all’alba un discreto teatro.
Tutto accade ma nulla si ricorda
entro quei gabinetti cristallini
dove, come fantastici rabbini,
leggiamo i libri da destra a sinistra.
Claudio, re d’una sera, re sognato,
non sentì d’esser sogno fino al giorno
che un attore mimò il suo tradimento
con arte silenziosa, sulla scena.
È strano che ci siano sogni, specchi,
che il logoro e consueto repertorio
d’ogni giorno comprenda l’illusorio
orbe profondo ordito dai riflessi.
Dio (vien da pensare) ci ha messo impegno
in questa architettura inaccessibile
che edifica la luce col nitore
del cristallo e l’oscurità col sogno.
Dio ha creato le notti che si colmano
di sogni e le figure dello specchio
affinché l’uomo senta che è riflesso
e vanità. Per questo ci spaventano.
LA LLUVIA
Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.
Quien la oye caer ha recobrado
el tiempo en que la suerte venturosa
le reveló una flor llamada rosa
y el curioso color del colorado.
Esta lluvia que ciega los cristales
alegrará en perdidos arrabales
las negras uvas de una parra en cierto
patio que ya no existe. La mojada
tarde me trae la voz, la voz deseada,
de mi padre que vuelve y que no ha muerto.
LA PIOGGIA
Bruscamente la sera si è schiarita
perché cade la pioggia minuziosa.
Cade o cadde. La pioggia è una cosa
che senza dubbio accade nel passato.
Chi la sente cadere ha ritrovato
il tempo in cui la sorte fortunata
gli svelò un fiore che chiamiamo rosa
e il bizzarro colore del granato.
Questa pioggia che adesso accieca i vetri
rallegrerà nei perduti sobborghi
le nere uve d’una vite in un certo
cortile che più non esiste. L’umida
sera mi porta la voce anelata
di mio padre che torna e non è morto.
ARTE POÉTICA
Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,
ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Ítaca
verde y humilde. El arte es esa Ítaca
de verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.
ARTE POETICA
Guardare il fiume ch’è di tempo e acqua
e ricordare che anche il tempo è un fiume,
saper che ci perdiamo come il fiume
e che i volti passano come l’acqua.
Sentire che la veglia è anch’essa un sonno
che sogna d’esser desto e che la morte
che teme il nostro corpo è quella morte
di ogni notte, che chiamiamo sonno.
Decifrare nel giorno o l’anno un simbolo
dei giorni dell’uomo e dei suoi anni,
convertire l’oltraggio empio degli anni
in una musica, un rumore e un simbolo,
veder nella morte il sogno, al tramonto
un triste oro, questa è la poesia,
che è immortale e povera. La poesia
torna come l’aurora ed il tramonto.
A volte appare nelle sere un volto
e ci guarda dal fondo d’uno specchio;
l’arte dev’esser come quello specchio
che ci rivela il nostro stesso volto.
Narran che Ulisse, stanco di prodigi,
pianse d’amore nello scorgere Itaca
verde e umile. L’arte è anch’essa un’Itaca
di verde eternità, non di prodigi.
È anche come il fiume interminabile
che passa e resta e riflette uno stesso
Eraclito incostante, che è lo stesso
e un altro, come il fiume interminabile.
UN SOLDADO DE URBINA
Sospechándose indigno de otra hazaña
como aquélla en el mar, este soldado,
a sórdidos oficios resignado,
erraba oscuro por su dura España.
Para borrar o mitigar la saña
de lo real, buscaba lo soñado
y le dieron un mágico pasado
los ciclos de Rolando y de Bretaña.
Contemplaría, hundido el sol, el ancho
campo en que dura un resplandor de cobre;
se creía acabado, solo y pobre,
sin saber de qué música era dueño;
atravesando el fondo de algún sueño,
por él ya andaban don Quijote y Sancho.
UN SOLDATO DI URBINA
Credendosi indegno di altro operato
da quello sui mari, questo soldato,
a più sordidi uffici rassegnato
errava oscuro per la dura Spagna.
Per cancellar o mitigar l’assalto
del reale, cercava nel sognato
e gli diedero un magico passato
i cicli di Rolando e di Bretagna.
Avrebbe ammirato, al tramonto, l’ampio
campo in cui dura un bagliore di rame;
si credeva finito, solo e infame,
ignaro di che suoni era padrone;
attraverso il fondo di una visione
in lui già andavan don Chisciotte e Sancio.
TRES HAIKUS
La luna nueva
ella también la mira
desde otro puerto.
La vieja mano
sigue trazando versos
para el olvido.
La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia.
TRE HAIKU
La luna nuova
anche lei sta guardando
da un altro porto.
La vecchia mano
continua a tracciar versi
sol per l’oblio.
La vasta notte
non è altra cosa ormai
che una fragranza.
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