El día de hoy quisiera compartir, en mi traducción al italiano, algunos poemas y prosas poéticas de la autora y periodista costarricense María Montero. En sus versos he apreciado desde el principio su profundo intimismo mezclado con una amarga ironía y desencanto. Uno de los textos que aquí presento, Heroína Blues, apareció también, con pequeñas variaciones, bajo el título Poema en prozac.
Una mujer necesita el asombro
de la oscuridad sostenida ante sus ojos
y no los límites precisos de un espejo.
Una donna ha bisogno dello stupore
del buio sostenuto davanti ai suoi occhi
e non i limiti precisi di uno specchio.
LA ÚLTIMA ISLANDESA
Soy la última de las mujeres islandesas
que jamás vivió en Islandia
ni supo pronunciar Reykjavik
ni mandó siquiera una carta a ningún amigo islandés
y de hecho no llegó a poner un pie más allá del paralelo 60.
Pero soy la última de esas mujeres que barren el viento con la cabeza y van llenas de escarcha a cualquier parte, insoportablemente lívidas, y dicen lo que tienen que decir y hacen lo que tienen que hacer en el fondo del único abismo rocoso de su barrio. Y ven la fuga de las cosas con devoción. Y casi se mueren de frío alrededor de sus hijos. Y añoran la planicie despavorida más que ninguna promesa.
Soy la última de las mujeres islandesas que jamás aceptó (pero entendió) la ley de un clima incompatible con el aburrimiento entre el Atlántico Norte y el océano Glacial Ártico, la combinación más generosa de las corrientes abruptas, la geografía abrupta y la irrupción permanente.
Soy la última de las mujeres islandesas sin código genético que tampoco experimentó la soledad en medio de la nada y aún así arriesgó todo en ese punto ciego y blanco de los confines. Soy la última de las mujeres heladas que desde lo profundo de los trópicos siempre supo que daba pasos en falso. Porque hay paisajes que no son lo que uno es.
Yo fui una mujer islandesa sin saberlo.
Ahora soy una mujer islandesa sin hogar.
Es decir, una piedra, la última ficción del hielo.
L’ULTIMA ISLANDESE
Sono l’ultima delle donne islandesi
che non vissero in Islanda
e non seppe pronunciare mai Reykjavik
e non ha mai mandato una lettera a nessun amico islandese
e di fatto non ha mai messo piede più in là del 60esimo parallelo.
Però sono l’ultima di quelle donne che spazzano il vento con la testa e vanno piene di brina in qualunque posto, insopportabilmente pallide, e dicono quello che devono dire e fanno quello che devono fare in fondo all’unico abisso roccioso del proprio quartiere. E vedono la fuga delle cose con devozione. E muoiono quasi di freddo attorno ai propri figli. E sentono nostalgia della pianura impaurita più di qualunque promessa.
Sono l’ultima delle donne islandesi che non ha mai accettato (però ha capito) la legge di un clima incompatibile con la noia tra il Nord dell’Atlantico e l’oceano Glaciale Artico, la combinazione più generosa delle correnti aspre, l’aspra geografia e l’irruzione permanente.
Sono l’ultima delle donne islandesi senza codice genetico che non ha sperimentato neppure la solitudine in mezzo al nulla e nonostante ciò ha rischiato tutto in quel punto cieco e bianco dei confini. Sono l’ultima delle donne gelate che dal profondo dei tropici ha sempre saputo che faceva passi falsi. Perché vi sono paesaggi che non sono quello che uno è.
Io sono stata una donna islandese senza saperlo.
Adesso sono una donna islandese senza dimora.
Vale a dire, una pietra, l’ultima finzione del gelo.
HEROÍNA BLUES
Dan terror las señoras perdidas en la playa, las niñas con mucho pelo, los cubos vacíos.
Dan terror los compañeros de universidad, los cantantes malos y los hombres que, para llegar a viejos, envejecen.
Da terror saber que un libro es bueno sin haberlo leído, sentirse agradecido cuando alguien te mira equivocadamente, que la gente te salude en un país extraño.
Dan terror el uso del plural y las uñas recién cortadas.
Da terror estar siempre de espaldas o estar en un cuarto de hotel con toda la vida por delante.
Da terror todo lo que vive con ganas de quedarse, dormir más de 24 horas, que nadie se dé cuenta que los negros no tocan heavy metal.
Da terror no enamorarse de los amigos, no comer aguacate y no sentirse partido por el mar.
Dan terror las cosas que no duelen: como llegar a un lugar sin saber cómo. Incluso sabiéndolo.
EROINA BLUES
Fanno paura le signore perdute sulla spiaggia, le bambine coi capelli lunghi, le pattumiere vuote.
Fanno paura i compagni di università, i pessimi cantanti e gli uomini che, per arrivare alla vecchiaia, invecchiano.
Fa paura sapere che un libro è buono senza averlo letto, sentirsi grato quando qualcuno ti guarda in modo equivoco, che la gente ti saluti in un paese estraneo.
Fa paura l’uso del plurale e le unghie appena tagliate.
Fa paura stare sempre di spalle o in una stanza di hotel e avere tutta la vita davanti.
Fa paura tutto ciò che vive e ha voglia di restare, dormire più di 24 ore, che nessuno si accorga che i neri non suonano heavy metal.
Fa paura non innamorarsi degli amici, non mangiare avocado e non sentirsi diviso dal mare.
Fanno paura le cose che non fanno male: come arrivare in un posto senza sapere come. Ma anche saperlo.
DISCURSO
Una mujer no tiene dirección:
Todos su costados son profundos.
No anhela caminos de regreso
mas sí un horizonte indefinido
de pájaros centrífugos.
Una mujer necesita el asombro
de la oscuridad sostenida ante sus ojos
y no los límites precisos de un espejo.
Una mujer se esparce en el aire.
Una mujer nunca está sola.
DISCORSO
Una donna non ha direzione:
Tutti i suoi fianchi sono profondi.
Non desidera strade di ritorno
bensì un orizzonte indefinito
di uccelli centrifughi.
Una donna ha bisogno dello stupore
del buio sostenuto davanti ai suoi occhi
e non i limiti precisi di uno specchio.
Una donna si sparge nell’aria.
Una donna non è mai sola.
SED DE MAL
Con seguridad existen los perros. Mira ese hocico que la oscuridad no te deja ver, esos ojos de vidrio delante de los tuyos para que no veas nada. Mira ese ladrido que siempre te acompaña, esa sed que baja en los colmillos de tu pan de cada día. Mira esa pequeña figura en la otra orilla, no la ves pero la sientes como una mordida negra y apaleada.
Con seguridad los perros van por ti. Míralos mirar la ausencia de tu odio: su alimento. Mira ese horizonte hundido –crees que te acercas a algún sitio– sólo son sus lomos indicándote el camino, el regreso, el tamaño de tu dicha. Los perros cargan con tus huesos y te devuelven ceniza, la rabia de su rabia envenenada. Los perros se lamen en tu sombra y no los ves.
Con seguridad los perros son los mismos. Reproducen tu silencio a dentellas, salen de sí mismos con tu ayuda ciega, se quedan ciegos de verte tan oscuro. A eso han venido, míralos. Ladran. Ganan millones en la farsa de sus patas traseras. Huelen tu cadáver, te llevan el periódico, te sepultan en tu casa. En algún lugar los alimenta tu muerte.
Mira esa sed de los perros que te rondan. Ya no ves nada, no te importa la jauría. Su lengua te lastima y los perdonas. Celebran con tu carne y los perdonas. Su muerte ya no es nada comparada con la tuya.
SETE DI MALE
Sicuramente esistono i cani. Guarda quel muso che l’oscurità non ti lascia vedere, quegli occhi di vetro davanti ai tuoi perché tu non veda nulla. Guarda quel latrato che sempre t’accompagna, quella sete che discende nei canini del tuo pane quotidiano. Guarda quella piccola figura sull’altra sponda, non la vedi però la senti come un morso nero e bastonato.
Sicuramente i cani ti inseguono. Guardali guardare l’assenza del tuo odio: il loro alimento. Guarda quell’orizzonte sprofondato –credi che ti avvicini a qualche posto‑ sono solo i loro lombi che ti indicano il cammino, il ritorno, la dimensione della tua fortuna. I cani si accollano le tue ossa e ti restituiscono cenere, la rabbia della loro rabbia avvelenata. I cani si leccano nell’ombra e non li vedi.
Sicuramente i cani sono gli stessi. Riproducono il tuo silenzio a morsi, escono da loro stessi con il tuo aiuto cieco, rimangono ciechi nel vederti così oscuro. Per questo sono venuti, guardali. Latrano. Vincono milioni nella farsa delle loro zampe posteriori. Annusano il tuo cadavere, ti portano il giornale, ti seppelliscono nella tua casa. In qualche posto li alimenta la morte.
Guarda quella sete dei cani che ti vigilano la notte. Non vedi più nulla, non ti importa la muta. La loro lingua ti ferisce e li perdoni. Celebrano con la tua carne e li perdoni. La loro morte non è più nulla paragonata alla tua.
CANTO A MÍ MISMA
Un arrullo insoportable
Pesa en mis oídos todas las noches:
El zumbido del refrigerador
La respiración de mi vecino más cercano.
He hecho todo lo que dije
Que nunca haría.
CANTO A ME STESSA
Un mormorio insopportabile
Pesa nelle mie orecchie ogni notte:
Il ronzio del frigorifero
Il respiro del mio vicino più prossimo.
Ho fatto tutto ciò che ho detto
Che non avrei mai fatto.
María Montero (Costa Rica, 1970) es poeta y periodista costarricense nacida en Burdeos, Francia. Ha estudiado Literatura y Teatro. Ha publicado El juego conquistado (1985), que ha merecido el Premio Joven Creación en 1985, La mano suicida (2000) e In dubia tempora (2004), un proyecto de poesía y fotografía documental basado en una investigación sobre herramientas creadas y utilizadas por los presos en cárceles costarricenses. Su poesía ha sido incluida en las selecciones de poesía Relatos de mujeres (1996), Indómitas voces: cien años de poesía femenina costarricense (1997), Martes de poesía en el Cuartel de la Boca del Monte (1998) y Antología de la nueva poesía costarricense (2001). En 2012 ha inaugurado con José Díaz, el Proyecto Vanguardia Popular y en 2018 ha lanzado la Biblioteca Textil Centroamericana, plataforma editorial para promover autores, literaturas e ideas en formatos no tradicionales, con el fin de provocar lectores de cualquier edad, sin importar su grado de analfabetismo.
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