Vuela Palabra

Julio Espinosa Guerra

“Epitafio” y otros poemas de Julio Espinosa Guerra

Esta semana voy a compartir, en mi traducción al italiano, una breve selección de poemas del poeta chileno Julio Espinosa Guerra, un poeta por el cual siempre hay que buscar no lo que uno ve sino otra realidad. Como él mismo afirmó en una ocasión, “descubrir esa realidad otra se puede hacer conversando con la gente, pero también observando desde un punto que los demás desconocen, pero integran. El diálogo no es sólo con las personas, es con el entorno. Lo peligroso es sentarse a repetir aquello que ya está escrito o formular en un verso sin búsqueda.” En el año 2001, Espinosa Guerra se aleja de su país natal y se radica en Madrid.

Gianni Darconza



Certidumbre del viajero que se marcha para volver
de la ciudad y su locura

Certezza del viaggiatore che se ne va per tornare

dalla città e la sua follia





EPITAFIO


Me he quedado con hambre en la piel:
no alcancé a caminar esta tierra
el polvo me negó su paraíso
y aun así intenté volar:
alcé los brazos hacia el dios que no vive
y sonreí
mientras el barro recorría mi rostro.



EPITAFFIO

Sono rimasto con fame sulla pelle:
non sono riuscito a camminare questa terra
la polvere mi ha negato il suo paradiso
ma anche così ho provato a volare:
ho alzato le braccia verso il dio che non vive
e ho sorriso
mentre il fango mi scorreva sul volto.




DE NN, 2007

V

Ser como el grillo
y su canto

Permanecer oculto
en las esquinas
de la casa

y decir tanto
con tan poco.


VII

Poder tejer
no la araña
sino la red invisible
de los movimientos de su tela

Atrapar
no las moscas y hormigas
en esta imagen
sino su gesto
que se pega al aire
antes de desaparecer.


XI

Como el caracol
dejo esta huella sobre la página
y presumo de su fosforescencia
aunque no soy capaz de decir
ni la mitad de los minerales
que mis ojos
estrujan de la luz:

en la ruta del signo que arrastro a mis espaldas
me ciego a mí mismo.



DA NN, 2007

V

Essere come il grillo
e il suo canto

Restare occulto
negli angoli
della casa

e dire tanto
con così poco.


VII

Poter tessere
non il ragno
bensì la rete invisibile
dei movimenti della sua tela

Catturare
non le mosche e le formiche
in questa immagine
bensì il suo gesto
che si appende all’aria
prima di sparire.


XI

Come la lumaca
lascio questa impronta sulla pagina
e mi vanto della sua fosforescenza
benché non sia capace di dire
neppure la metà dei minerali
che i miei occhi
spremono dalla luce:

nel cammino del segno che mi trascino sulle spalle
accieco me stesso.




DE LA CASA AMARILLA, 2013

VIII

Es de noche y juego en el jardín. Todo está oscuro, pero la casa amarilla brilla con su propia luz. Confiando en no perder el rumbo, me adentro por el bosque.

Recolecto pequeñas piedras, moras salvajes, hojas que han dejado caer los árboles para que aprenda a leer el lenguaje de su nervadura, ese texto. La casa amarilla me da ojos en la habitación oscura: huele el mundo a tierra mojada, a musgo que aún no nace, a leche recién ordeñada y al sudor de los campesinos. Huele bien el mundo, con su luna nueva en lo alto, testigo de todo aquello que existe y no se ve.

La senda es intrincada. No hay trampas. Acaso ceguera. Pero en realidad todo es claro cuando vemos con los ojos del asombro. Y nada es incomprensible, ni el conejo-gato, ni el búho-luciérnaga, ni la hormiga-araña. Cantan los insectos en la noche porque al fin pueden revelarse, regalarse un momento de paz, tejer su red de palabras sin sonido.

La naturaleza me descubre su lugar sagrado el sentarme en una piedra-tortuga. Avanzo quieto en el desciframiento de su lenguaje, entiendo que los guijarros que sujeto pueden caminar y, es más, se deslizan por mi brazo, se posan en mis hombros, vuelan, pequeñas mariposas nocturnas, y cantan la sabiduría, grillos alojándose en los pliegues de mi lengua.

Me hundo en el agua dulce del viento y respiro con mis nuevas branquias. Ocupo el lugar que me pertenece, el que había olvidado, la noche más clara.

A mi espalda escucho cómo se quiebra la hoja seca, cómo avanzan los pies de mi padre. Me doy media vuelta y lo veo sonriendo: su cuerpo es ahora un ciruelo de frutos jugosos, sus brazos, ramificaciones del bosque, sus ojos, mis propios ojos que han aprendido a ver sin definir.

Me sube a sus hombros y, al mismo tiempo que avanzamos, al mismo tiempo que las hojas del pinar van susurrando sus secretos en mis oídos, dejo caer los últimos guijarros: se resbalan como guisantes mágicos, se posan sobre el humus con la suavidad de los colibrís que mueven los continentes con su fugaz aleteo.

Las pisadas de mi padre se hunden en piedras azules, malvas, blancas; rocas que ha seleccionado de siete en siete, tangramas de nuestro paso, esta escritura:

la casa amarilla alumbra el camino. Cuando entramos en ella, por primera vez comprendo qué es un corazón y su latido.



DA LA CASA GIALLA, 2013

VIII

È notte e gioco nel giardino. Tutto è buio, però la casa gialla brilla con la sua stessa luce. Confidando di non perdere la rotta, mi addentro per il bosco.

Raccolgo piccole pietre, more selvatiche, foglie che hanno lasciato cadere gli alberi perché io impari a leggere il linguaggio della loro nervatura, quel testo. La casa gialla mi dà occhi nella stanza oscura: odora il mondo di terra bagnata, di muschio che ancora non nasce, di latte appena munto e del sudore dei contadini. Odora bene il mondo, con la sua luna nuova in alto, testimone di tutto ciò che esiste e non si vede.

Il sentiero è intricato. Non ci sono trappole. Forse cecità. Ma in realtà tutto è chiaro quando vediamo con gli occhi della meraviglia. E nulla è incomprensibile, né il coniglio-gatto, né il gufo-lucciola, né la formica-ragno. Cantano gli insetti nella notte perché alla fine possono rivelarsi, regalarsi un momento di pace, tessere la loro rete di parole senza suono.

La natura mi rivela il suo luogo sacro al sedermi su una pietra-tartaruga. Avanzo tranquillo nel decifrare il suo linguaggio, capisco che i ciottoli che afferro possono camminare e in più scivolano lungo il mio braccio, si posano sulle spalle, volano, piccole farfalle notturne, e cantano la saggezza, grilli che alloggiano nelle pieghe della mia lingua.

Sprofondo nell’acqua dolce del vento e respiro con le mie nuove branchie. Occupo il posto che mi appartiene, quello che avevo dimenticato, la notte più chiara.

Alle mie spalle ascolto come si frantuma la foglia secca, come avanzano i piedi di mio padre. Mi volto indietro e lo vedo sorridere: il suo corpo adesso è ciliegio di frutti succosi, le sue braccia, ramificazioni del bosco, i suoi occhi, i miei stessi occhi che hanno imparato a vedere senza definire.

Mi fa salire sulle sue spalle e mentre avanziamo, mentre le foglie della pineta sussurrano i loro segreti alle mie orecchie, lascio cadere gli ultimi ciottoli: scivolano come piselli magici, si posano sull’humus con la dolcezza dei colibrì che muovono i continenti con il loro fugace batter d’ali.

I passi di mio padre sprofondano in pietre azzurre, lillà, bianche; rocce che ha selezionato a sette a sette, tangram del nostro passaggio, questa scrittura:

la casa gialla illumina il cammino. Quando entriamo dentro, per la prima volta capisco che è un cuore e il suo battito.




Julio Espinosa Guerra (Santiago de Chile, 1974). Poeta y narrador chileno. Vive en España desde 2001. Ha obtenido diversos premios de poesía, donde destaca el Premio Fundación Pablo Neruda 2011, destinado al conjunto de la obra de un poeta chileno menor de 40 años y que, entre otros, también obtuvieron Raúl Zurita, Diego Maquieira, Teresa Calderón y Rosabetty Muñoz. Entre sus libros de poesía destacan NN (Madrid, 2011), sintaxis asfalto (Zaragoza, 2010), La casa amarilla (Valencia, 2013) y De lo inútil (Barcelona, 2017). Como narrador, han visto la luz sus novelas El día que fue ayer (Santiago, 2006) y La fría piel de agosto (Santiago, 2013). También ha compilado las antologías La poesía del siglo XX en Chile (Madrid, 2005) y Palabra sobre palabra: 13 poetas jóvenes de España (Santiago, 2011). De manera esporádica, realiza reseñas y críticas literarias, habiendo colaborado con medios como Revista de Libros, Letras Libres, Literaturas.com, Turia, Heraldo de Aragón, entre otros. Dirige el Estudio de Escritura y la Editorial MilMadres, en Zaragoza.

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2 comentarios en ““Epitafio” y otros poemas de Julio Espinosa Guerra”

  1. Además de expresar mi satisfacción por leer tus poemas te felicito por el interés de tu poesía.
    No es difícil comprender el italiano si se ha estudiado algo. Voy a aprovechar la ocasión de leerte en esa lengua.
    Un abrazo

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