Vuela Palabra

Raúl Gómez Jattin

El dios que adora y otros poemas de Raúl Gómez Jattin

La poesía de Raúl Gómez Jattin continúa siendo un faro resplandeciente de creatividad y pasión en el panorama literario colombiano. La habilidad que poseía para amalgamar su angustia personal con una voz lírica de gran potencia dejó una huella imborrable en la poesía contemporánea. Aunque su existencia estuvo teñida de sombras, sus versos destellan con una autenticidad capaz de conmover hasta las fibras más profundas de aquellos que se sumergen en su expresión.

Desde mi adolescencia he amado los versos de Jattin, encontrando en su poesía un reflejo de la complejidad del ser humano y de las emociones que nos conectan con nuestra vulnerabilidad. La forma en que Jattin aborda sus propias luchas internas y las transforma en obras literarias dignas de ser leídas es un testimonio de la capacidad del arte para trascender el sufrimiento y darle sentido a través de la creación. Su capacidad para expresar con franqueza sus luchas personales, sin ocultar sus cicatrices emocionales, ha sido una fuente de inspiración para muchos.


Marisol Bohórquez Godoy





 

 

El Dios que adora

Soy un dios en mi pueblo y mi valle
No porque me adoren  Sino porque yo lo hago
Porque me inclino ante quien me regala
unas granadillas o una sonrisa de su heredad
O porque voy donde sus habitantes recios
a mendigar una moneda o una camisa y me la dan
Porque vigilo el cielo con ojos de gavilán
y lo nombro en mis versos  Porque soy solo
Porque dormí siete meses en una mecedora
y cinco en las aceras de una ciudad
Porque a la riqueza miro de perfil
mas no con odio   Porque amo a quien me ama
Porque sé cultivar naranjos y vegetales
aún en la canícula   Porque tengo un compadre
a quien le bautice todos los hijos y el matrimonio
Porque no soy bueno de una manera conocida
Porque amo los pájaros y la lluvia y su intemperie
que me lava el alma  Porque nací en mayo
Porque mi madre me abandonó cuando precisamente
más la necesitaba   Porque cuando estoy enfermo
voy al hospital de caridad   Porque sobre todo
respeto sólo al que lo hace conmigo   Al que trabaja
cada día un pan amargo y solitario y disputado
como estos versos míos que le robo a la muerte




La soledad de Gómez Jattin

No sé dónde arderás ahora corazón mío
Necesito entregarte siempre como esclavo Pobre de ti
Es urgente que enfermes otra vez y otra vez

Qué voy a hacer contigo ahí desocupado
como estúpida biología Vamos deshazte
de tu pesadumbre y emprende vuelo

¿Qué te sugiere el momento? ¿Te gusta esa mirada
envejecida pero atenta de tu buena sobrina?
Ve y háblale de cuando lloró sin motivo
O cuando de la risa se orinó en los calzones

O mejor recorre un campo y siembra un árbol suntuario
O llévate cordel y una navaja
y construye un barrilete y eleva con él tu soledad hasta las nubes

No No queremos los dos amigo mío hacer nada de eso
Queremos acostarnos otra vez sobre su vientre
Pero esos tiempos han pasado Su cuerpo y su deseo
deambulan entre cines y bares de la urbe
enfebrecidos detrás de otros cuerpos y otros deseos
Y eso está bien Es su vida sin nosotros
Tiene derecho también a un placer libre
Allí está sola la luna y no se muere Solo está el viento
Tú me tiene a mí
Y a Nuestra Señora La Soledad de Gómez Jattin

 

 

Lola Jattin

Más allá de la noche que titila en la infancia
Más allá incluso de mi primer recuerdo
Está Lola – mi madre – frente a un escaparate
empolvándose el rostro y arreglándose el pelo
Tiene ya treinta años de ser hermosa y fuerte
y está enamorada de Joaquín Pablo – mi viejo –
No sabe que en su vientre me oculto para cuando necesite
su fuerte vida la fuerza de la mía
Más allá de estas lágrimas que corren en mi cara
de su dolor inmenso como una puñalada
está Lola – la muerta – aún vibrante y viva
sentada en un balcón mirando los luceros
cuando la brisa de la ciénaga le desarregla
y el pelo y ella se lo vuelve a peinar
con algo de pereza y placer concertados
Más allá de este instante que pasó y que no vuelve
estoy oculto yo en el fluir de un tiempo
que me lleva muy lejos y que ahora presiento
Más allá de este verso que me mata en secreto
está la vejez – la muerte – el tiempo incansable
cuando los dos recuerdos: el de mi madre y el mío
sean sólo un recuerdo solo: este verso




El agresor oculto

Me envenenó la vida
Me sustrajo de mi movimiento natural
y me entregó a las sombras
de los amores no correspondidos
Me trastocó los sueños
metiéndose como un conspirador entre sus grietas
Desempolvó recuerdos
que hablaban de partidas y de adioses
Mientras tanto mi alma
acostumbrada a la desgracia
lo veía hacer
como un condenado que presencia
el levantamiento del patíbulo


Raúl Gómez Jattin (Cartagena-Colombia, 1945 – Cartagena-Colombia, 1997). Poeta y dramaturgo. Hijo de padre colombiano y madre libanesa, su infancia transcurrió en Cereté y otros pueblos del norte de Colombia. Al terminar los estudios básicos fue enviado a Bogotá para iniciar la carrera de Derecho, suspendida después de incursionar en el teatro y el estudio de la cultura griega. Algunas de sus obras en teatro fueron publicadas en la revista Puesto de combate. Publicó los poemarios Poemas (1981), Prima (1988), Retratos (1980-1989), Amanecer en el valle del Sinú (1983-1989), Del Amor (1982-1987), Hijos del tiempo, Esplendor de la mariposa (1993), Poesía 1980-1989 (1995) y Los poetas, amor mío… (póstumo, 2000).


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