Leeremos «Contender con uno mismo» y otros poemas de Pedro López Fernández (Cehegín, Murcia, España 1966) Finalista del Premio Int. de Poesía Ciudad de Barbastro (Hnos. Argensola 2014) Finalista del Premio Int. de Poesía Gonzalo Rojas Pizarro (Chile, 2018) y Finalista del IV Certamen Int. De Poesía Enrique Pleguezuelo (Córdoba, 2020) Sus poemas han sido publicados en revistas y espacios literarios como: El Coloquio de los Perros, Río Grande Review (UTP Fall 2018) The Apostles Review (Otoño 2019) Revista Zur, Revista Temporales (New York University Abril 2021) y Revista Casapaís (La primera noción del exilio 2/21). Hace parte de varias antologías internacionales.
López Fernández es autor de las novelas El Magistrado Cuernavaca (2014) y Las cenizas de Manhattan (2018) ambas con Ed. Amarante.
contender con uno mismo
la soledad se nos cuela por dentro
cuando ve que estamos solos
cuando tiene la certeza de que nadie se interpone
cuando sabe que en la mesa somos todo lo del plato
cuando entiende pese al grito que ni el gato
intervendrá
nada arregla esta tristeza que se agranda con el tiempo
a la vez que crece el hueco y a la vez que
crezco yo
esta cruel desesperanza que de siempre va conmigo
como dombo de inmateria sin anverso
ni revés
el camino ya es muy largo y el abrazo de estar solo
es la sola compañía
ni siquiera cuando gritas en propicios escenarios
(cordilleras horizontes promontorios y demás)
te devuelve nada el eco
entretanto el tiempo es eso que en el fondo nunca pasa
que parece que se mueve pero sigue quieto ahí
y el espejo es el bocazas: el espejo es quien nos dice
que eres tú el que te desgastas
nuestro anhelo es otra calle que nos lleve más allá
que nos una a otras ciudades donde análogo a esto nuestro
también lloren cuerpos solos
una chispa de esperanza de encontrar dos soledades
y que a fuerza de evitarse al final se llegue a un punto
en que sólo quepa el roce y que al poco justamente
de este roce inevitable la fortuna encienda algo
que al final la desbarate
que al hacerlo la desnombre
que al final rompa en pedazos
esta cruda soledad
la salida rectamente
los ojos hemos abierto para ver
algo interior
y desnudo al fin lo vemos
demasiadas son las veces de llorar
y andar perdidos
de viajar circularmente por el centro
de la noche
y seguro que en el cuarto con los ojos
bien abiertos otra vez nos vuelve
el sueño
¿es posible que se aleje lo que
nunca estuvo aquí?
son las formas que se marchan
por el hueco inexistente adentrándose
en las sombras que se intuyen
porque están
toda cura (esencialmente) precisa
de tiempo y amor
y atenerse a los consejos
del remedio en el prospecto
¿qué caminos nos dirigen a escaparnos
sin perdernos de estas sombras intuidas
rectamente hacia la luz?
el silencio es necesario para ver
desde tu cuerpo los badenes del camino
y la altura del incendio
no es precisa la alborada
mientras vivo esté este ardor
la amargura (sin embargo) no es el trago
inevitable de pasar por todo esto
la amargura (en todo caso)
es el trago inevitable de tener
que hacerlo
solo
el fluyente siempre cauce
se sigue volviendo a ese punto del
que un día nos marchamos y en verdad
nunca nos fuimos
al llamado del origen
a la calva de aquel bosque que nos
hizo ver la luz
a las ramas y a los cables donde
cuelgan nuestros nombres y se
vuelan los vestidos
y a pesar de los derrumbes y la
casa deshacerse persevera extrañamente
el fluyente y denso cauce que entre
dos líneas de tiempo y entre dos almas
ajenas en silencio siempre está
se sigue volviendo al principio
se desea que los cuerpos
como cestas o canastos que una vez
nos contuvieron
nos contengan otra vez
se quisiera sobre todo que esta inercia
mueva todo y una vez movido todo
todo vuelva a ser igual
esféricamente la marcha de los nuevos
horizontes forjará senderos nuevos
y ahora que hemos partido
sensiblemente nos queda que el futuro
nos aporte nuestras nuevas referencias
de la senda hacia
el principio
sensiblemente nos queda el regreso
cada tanto de ese cuerpo que ha partido
(porque el cuerpo sí se ha ido)
pero sabe que la mente
en el fondo
no se va
salvedad del punto débil
caminábamos gozosos
como aquél que bufa palmas
bajo mar de nubes blancas
muchedumbre sonorosa conformaba
los rincones
jenízaros apreciaban los olores
en los frascos y las formas
en las tazas
las arenas subyacentes bajo el peso de los pies
la luz se encalabrinaba y recién taraceaba
tejavanas y el pescado
prietas filas templan sables aun venidos
de tan lejos
después de abatidos los templos
(aunque al poco desdeñados por escasos de equipaje
como hijuelos de la mar)
el enojo comprensible de los monjes intestinos
al quedar sin refectorio o algún otro motivo
de carácter más interno nos movió
a reconstrucción
no pudimos o supimos contender
con fuerza ajena
callosas las manos de todos por derrumbes anteriores
a pura argamasa y adobe nos halló
el amanecer
recuerda que en casos violentos
de pillaje y fuerza extrema
lo que mata es ese punto
de mostrar debilidad
lo que mata es el esfuerzo
de ocupar la piel del otro
lo que mata es la manera de entender al enemigo
y sufrir su sufrimiento
…lo que mata es
la flaqueza